Ese dia, maneció con estruendo. No por el clima, ni por una guerra.
Sino por una imagen que comenzó a circular en todos los foros oscuros, entre periodistas de investigación, en los chats cifrados del poder.
Una foto tomada desde un dron.
Gabriel Belmont, de rodillas, ofreciendo un anillo a una mujer enmascarada.
El titular que acompañaba la imagen era simple, pero devastador:
«La Dama de la Máscara ya tiene prometido. ¿Quién es la mujer que conquistó al rey del capital?».
En la mansión Leclerc-Echeverri, Amara rompió una copa contra la pared.
—¡Maldita sea! ¡¡Esa bruja sigue viva!!
Sergio Leclerc y Mireya Echeverri se miraron en silencio. No porque dudaran, sino porque sus peores sospechas se confirmaban.
—¿Qué hacemos? —preguntó Damián, con el rostro pálido, la mandíbula tensa.
—Actuamos antes de que lo haga ella —dijo Estela con frialdad—. Si revela su identidad, si reaparece legalmente, todo lo que hicimos se vuelve nulo. Las propiedades, las empresas, incluso los contra