Los días pasaron rápidamente, y la mansión Vasíliev se convirtió en el epicentro de una actividad frenética, la tensión flotaba en el aire, pero Mila mostraba una determinación inquebrantable.
Mientras Mila se reunía con informantes y trazaba estrategias, Mikhail la respaldaba en cada paso. Se movían entre sombras, coordinando cada movimiento con precisión sin que ella se diera cuenta.
Y antes de entrar a una reunión todos juntos, con los italianos, Mila les dijo a los hombres señalándolos:
—No quiero problemas… solo soluciones… —Mikhail sonrió una vez más, al ver cómo ella podía manejar a estos dos viejos cascarrabias.
Y una vez que entraron, a una sala privada, de uno de los edificios de Mikhail, que estaba resguardado por los hombres de Mikhail y Mauro, todos se tensaron al ver a Lorenzo y a Mauro, con varios de sus hombres dentro.
Y no faltó que Alexey les dijera.
—¿Tienen que resguardarse?
Lorenzo sonrió.
—Tampoco es que somos pendejos…
Mila miró a Mauro y le sonrió.
—Hola…
Mauro