Mundo ficciónIniciar sesiónEl amanecer de Frankfurt llegó gris y frío, filtrándose a través de las enormes ventanas de la oficina temporal que Diego había ocupado en el corazón financiero de Alemania. La habitación estaba vacía excepto por una escritorio de acero y vidrio, una silla de ruedas giratoria de cuero negro, y montañas de papeles que documentaban su desesperación absoluta.
Diego llevaba veinticuatro horas sin dormir. Sus ojos estaban hundidos tan profundamente en sus cuencas que parecían pertenecerle a alguien que ya había estado muerto durante un tiempo considerable. Sus dedos temblaban ligeramente mientras recorría gráficos de mercado inmobiliario europeo que mostraban un panorama completamente despiadado.







