“Es hora, no va a ver otra oportunidad más que esta”.
Zahar observó su móvil analógico y pasó un trago. La única forma de ver a Aziz era ahora que Kereem estaba ausente en el palacio, y el único medio, para salir, era Emré.
“Es mejor que no se lo menciones a Naim”.
Recordó la mirada de Emré, parecía entender un poco la dinámica entre ellos, pero Zahar estaba contra reloj, y debía usar todo lo que estaba a su alcance para salir un momento del palacio.
Después del almuerzo tocaron su puerta, y para cuando la abrió, Emré estaba allí esperando con un tono serio en su rostro.
—Se supone que ya voy saliendo a mi reunión. Así que puedes ir conmigo y hacer lo que tienes que hacer, pero lo prometiste… —él la señaló—. Después de esto, tú y yo hablaremos con sinceridad.
Zahar asintió lentamente y tomó una chaqueta.
—Estoy lista.
Emré miró su reloj y caminó con ella por los patios traseros. Ordenó a un chofer hacerse cargo, y la subió sin que nadie se diera cuenta.
—Estamos rompiendo muchas reg