CAPÍTULO 32

Emré observó a Kereem con una intensidad que rara vez mostraba. La noche envolvía el palacio en un manto de quietud, pero entre los dos hermanos, una corriente de tensión subyacente comenzaba a aflorar.

Y Kereem sabía perfectamente de qué quería hablar, y esperaba que Emré no lo sacase de su paciencia.

—Adelante… —Kereem lo instó y Emré se giró para llenar otro vaso de un John Walker, una de las bebidas favoritas de Kereem, y se la ofreció.

—Creo que, al igual que todos, estoy impactado con esa chica… —Kereem tomó su primer trago y se mantuvo serio—. Yo… entiendo que es la prima de Sanem… entiendo que se mantiene un poco alejada, pero no puedo Kereem, siento que debo retenerla, que debo arrodillarme a sus pies y decirle que me dé una oportunidad de conquistar su corazón.

Kereem apretó tanto su vaso, que cuando vio sus nudillos estaban totalmente blancos.

—Hermano… —Emré puso la mano en su hombro—. Sé que tú y Sanem son los responsables de Zahar.

—Basta, Emré.

—No, no quiero detenerme,
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