Kereem
Cuando salí del cuarto de los niños, les envié una sonrisa antes de cerrar la puerta. Janna había sido breve, como yo. Un abrazo apretado, un “vuelve pronto”, y una sonrisa seca.
Emré me esperó junto a mi padre, justo antes de meterme al auto que me acercaría al avión privado, y luego de un abrazo corto, me despedí de ellos.
Asad iba a mi lado organizando todo desde su auricular, y cuando llegamos a la zona de despegue, noté que el equipo estaba completo, junto a Kendra Wallace, que parecía tener una breve conversación con su gente.
No demoramos en subir al avión sin mirar atrás, y me preparé para las horas de vuelo.
Durante el vuelo a Londres, el ambiente se sentía denso. Asad me leía algunos informes sin descanso, y Kendra, frente a mí, fingía concentración, aunque la rigidez de sus hombros la delataba. Tenía buen instinto, pero aún estaba midiendo mis límites.
En el momento en que Asad me pidió tiempo, solo asentí y me recosté a la silla mirando a la ventana, y luego escuché