Kereem…
No hay ruido más ensordecedor que el de la sangre cuando comienza a hervir.
No era el de los helicópteros sobrevolando el palacio y en nuestras cabezas, y ni siquiera el de los maldit*s latidos dentro de mi pecho.
Cuando lo vi… Cuando vi su rostro deformado por la locura, su mano aferrando el cabello de Janna, mientras la empujaba hacia la cámara, además de ver la condición de Sanem atada… sangrando…
La forma en que Janna temblaba, los niños con los ojos hinchados de llorar.
Mi garganta ardía. Sentí un zumbido dentro del pecho y una mezcla de furia y desesperación que me arrancaba las costillas desde adentro.
—Silencio… —dije en voz baja, todo se había detenido en este momento.
Teníamos un tiempo afuera, y me parecía difícil de creer todo el equipo y el apoyo que había en las calles.
Desde que salimos de la central americana cerca del desierto, y desde que entramos a la embajada americana, porque debía asegurar de dejar a Zahar allí, aunque mi cuerpo luchaba contra mi misma me