Capítulo 9: Plantado

Me despierto como cada día, con esa sensación de vacío.

Es algo extraño porque incluso aquellos días en que pude compartir con Melike, en donde me despertaba con ella a mi lado, aun podía sentir esa sensación. Aunque de todas maneras igual me despertaba feliz.

Me levanto con cierta pereza y me voy al baño para darme una buena ducha, me coloco un short de tela y una playera un poco casual, en caso de que Melike quiera que nos veamos en algún momento del día.

Bajo a la cocina y me doy cuenta de que nadie se ha despertado todavía. Me meto en la nevera para ver qué es lo que puedo prepararme para el desayuno y me decido por un sándwich sencillo de jamón y queso.

Helen aparece con su linda sonrisa de cada mañana. Yo me acerco a ella para darle un beso en la frente y decirle buenos días.

—Tan guapo —me dice con esa sonrisa pícara—. ¿Piensas salir temprano?

—No lo sé, todo depende de Melike si me llama para que nos juntemos en algún lugar —unto mayonesa a mi pan, porque no puedo vivir sin este aderezo—. ¿Cómo está Isabella?

—Sigue acostada, pero está estudiando. Fabio y Piero la han desafiado con un libro que está leyendo ahora para que pueda aprender mejor el italiano. Sin embargo, Fabio le dijo de que ese libro no iba a poder entenderlo porque aún le falta conocer bien el idioma.

—Entiendo e Isabella no cree que exista algo que ella no pueda hacer —sonrío porque sé lo obstinada que puede llegar a ser esa pequeña.

—Así es —me dice Helen con un suspiro—. Así que ahí está, leyéndolo. A ratos, gruñe, se queja y lanza el libro lejos, pero vuelve a tomarlo, suspira hondo varias veces y continúa con él.

—¿Puedo ir a verla?

—Claro, porque no, y de paso le dices que tiene treinta minutos para levantarse y venir a comer algo, porque aunque esté estudiando yo no voy a llevarle nada al cuarto.

—No seas mala con ella, está tratando de superarse a sí misma, tiene sueños que alcanzar y todo esto le ayudará a que lo logre.

—Sí, eso lo entiendo y tienes toda la razón, pero como mamá no tengo que ponerle las cosas fáciles —ella me mira con una sonrisa maliciosa y entiendo su punto—. Ella es la hija de una empleada doméstica, sus oportunidades de éxito y de alcanzar esos sueños son mínimos, si yo le dificulto más las cosas aprenderá a que nadie le va a regalar nada, por eso, cuando sea una mujer exitosa recordará que su madre la ayudó con ello.

—Muchas gracias, madre, pero no es necesario que mandes ningún recadero —ella aparece en la cocina y comienza a buscar las cosas para acomodar la mesa y sentarse a tomar desayuno junto a su madre.

—Hola enana, ¿cómo estás? —me acerco a ella y me siento frente a frente.

—No me digas, enana, estoy creciendo.

—Sí, eso es verdad, pero no me respondiste cómo estás.

—Bien —me dice cortante y yo frunzo el ceño.

—Pues deberías comunicárselo a tu rostro porque en verdad no se nota.

—Lorenzo se puede estar bien y no tener que estarlo demostrando a todo el mundo. Además, mi cara no es porque esté mal o molesta, solo estoy seria.

—Muy bien, me alegra saber que estés bien —me pongo de pie porque es evidente que está molesta y sea cual sea la edad, cuando una mujer está molesta, aprendí es que es mejor huir—. Si necesitas ayuda con ese libro, no dudes en pedírmela, sabes que quiero que te vaya bien.

Le doy unos golpecitos en la mano que mantiene la mesa y continuo con mi sándwich. Cuando termino de prepararlo camino a la terraza junto con un vaso de jugo y me siento allí para disfrutar de la frescura de la mañana.

No puedo evitar mirar la piscina y recordar lo que ahí comenzamos con Melike la noche anterior. Dejo mi teléfono sobre la mesa y espero a que ella me escriba.

Mi madre llega junto a mí, me abraza y se sienta a mi lado, veo que va con una taza de café y un par de galletas de avena.

—¿Como te sientes hoy, madre?

—Mucho mejor anoche de tu padre me hizo un masaje en las piernas y con eso pude dormir bastante relajada. Sabrás que a cierta edad, las mujeres comenzamos a tener achaques.

—¿Cierta edad? ¡Eso me lo esperaba para las señoras que están por entrar a la tercera edad! No de mi madre, que parece una jovencita de veinte años —mi madre se ríe y deja su desayuno sobre la mesa, se gira, me toma una mano y me mira a los ojos.

—Sabes que estoy aquí para darte un sermón y por eso está haciendo lindo, ¿verdad? —me río y dejo mi vaso de jugo sobre la mesa—. Lorenzo, estoy muy preocupada por su relación con Melike. A pesar de que anoche se portó muy linda con nosotros y que nos trajo regalos hermosos… Hay algo que todavía no termina de convencerme con ella.

—Mamá, sólo son miedos prejuiciosos, tal vez por la manera en que me comporté en el pasado.

—Lorenzo, quiero que me digas y seas realmente honesto, ¿estás enamorado de ella?

—¡Por supuesto que sí, mamá! ¿Por qué me preguntas eso?

—Quiero que me describas cómo es lo que sientes —yo ruedo los ojos y comienzo a explicarle lo que siento con Melike.

—Lo que sienten las personas enamoradas. Me gusta estar con ella, me gusta escuchar su voz, estoy pendiente del teléfono para que me llame o me escriba. Los momentos que paso con ella son bastante agradables, interesantes. Es una chica muy inteligente y que puede pasar en un minuto a ser alguien sumamente intelectual a hacer bromas bastante graciosas.

—Entiendo… —Mi madre se pone de pie, mira la piscina con un suspiro y después me mira a mí dejando una mano sobre mi hombro—. Tal vez te valdría mejor conversar con Marco acerca de lo que es el amor… Estoy segura de que él tendría mucho que decirte.

Se mete a la casa dejándome con muchas dudas acerca de lo que acabamos de conversar. Comienzo a pensar si en verdad es amor lo que siento por Melike y no tengo ninguna duda de que es así.

Y como si la hubiese estado invocando con el pensamiento, me llega un mensaje de ella citándome en un lugar, al revisar la dirección me doy cuenta de que es un restaurante. Le respondo el mensaje diciéndole que allí nos veremos, pero ni siquiera le llega.

Suspiro con algo de frustración me pongo de pie y me meto adentro. Lava mi vaso y me voy directo a mi taller en donde comienzo a trazar algunas líneas, pero terminó desechando el lienzo porque por alguna razón no llegó a lo que quiero, esa imagen de ella que tengo en mi mente no llega a mi pincel.

El día se me pasa bastante rápido y para cuando se llega la hora de salir, lo hago con una sonrisa en el rostro. Por vestimenta he elegido un pantalón de traje, una camisa de color celeste claro con los botones abiertos y una chaqueta del mismo color del pantalón. Francesca me ve pasar y silva como si fuese el más guapo de todos.

Al llegar abajo no veo a nadie más, así que sólo tomó las llaves de mi auto y me dirijo a la dirección que Melike me ha enviado. La cita a las ocho de la noche y tengo aproximadamente cuarenta minutos para llegar allá, así que tomo el camino lo más tranquilo que puedo.

Al llegar al lugar me doy cuenta que es con reserva, pero ella ya lo ha dejado listo, me guían hasta la mesa que es para nosotros y me ofrecen algo de beber mientras ella llega. Me decido por un jugo de frambuesa porque estoy manejando y no me gusta consumir alcohol cuando lo hago.

Veo la hora en mi reloj y me doy cuenta de que aún faltan diez minutos para nuestra cita, el lugar es bastante elegante e íntimo, tomo nota mental de que es un lugar precioso y aquí es donde podría a lo mejor… Sí, perfectamente podría pedirle matrimonio aquí.

Saco mi teléfono y me doy cuenta que no hay ni un mensaje de ella, le escribo para decirle que ya estoy aquí, pero ella no responde.

Comienzo a entrarme la preocupación, tal vez le pasó algo. Le marcó al teléfono, pero este suena apagado. La hora se sigue pasando, ya son más de las nueve de la noche y no he tenido respuesta de ella, ni un solo mensaje. Le hago el gesto al mesero para que se acerque y pagar las bebidas que he consumido, una vez que lo hago, me pongo de pie y salgo del lugar bastante molesto.

«Imagina que así se sintieron todas las chicas a las dejaste plantadas», en este preciso momento mi conciencia hace aparición y no sé por qué.

Dejó salir un bufido de absoluta frustración y me subo al auto, pero en lugar de irme directo a casa me voy al mirador que una vez Alex me dijo que es bastante relajado para poder pensar. Cuando llego allí me doy cuenta de que hay una vista nocturna de la ciudad bastante hermosa.

Me bajo para respirar el aire tibio que todavía se puede sentir a esta hora, aunque de vez en cuando una brisa fría me golpea el rostro y me hace sentir un poco mejor. Estoy sentado en el capó de mi auto, con las manos en los bolsillos y mirando a la nada. De pronto un auto se estaciona a mi lado y se me hace que es el mismo vehículo de Melike, pero me digo de inmediato que debo estar loco porque no puede ser que ella esté aquí y como no recuerdo las placas de su auto, entonces no sabría reconocerlo.

Miro mi teléfono, vuelvo a enviarle un mensaje, el que esta vez no le llega y me subo al auto para irme a casa.

Cuando entro me doy cuenta de que mi familia está jugando en la sala. Me invitan a unirme a ellos, pero les digo que no tengo ánimo y me voy directo a mi cuarto. Al entrar me quito la chaqueta, los zapatos y me tiro a la cama para quedarme viendo el techo, vuelvo a mirar el teléfono y no hay señales de ella.

Lo dejo en silencio, me giro hacia un costado, abrazo una almohada, y así es como al final termino quedándome dormido.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo