Capítulo 37: Una remembranza del inicio

Despertar con mi mujer al lado, además de tener ventajas, es de las mejores cosas que tengo en mi vida. Desde aquella noche en el Magnolia, no hay un solo día en que no hayamos hecho el amor, ahora mismo quiero hacérselo, pero es el lanzamiento de la nueva colección y ambos tenemos trabajo, tal parece que mi chica se ha metido un poco en el asunto y está preparada para las ofertas que puedan llegar de compradores externos.

—Vamos, arriba señora Castelli…

—¡Señorita! Que todavía no firmo nada —se burla ella, intento levantarme, pero ella me atrapa en un abrazo y tira de mí, en pocos segundos estoy bajo su cuerpo y ella me besa con esa sonrisa que amo—. Y cuando firme seguiré siendo la señora Martínez.

—Entonces nos vamos a un país en donde quede claro que eres la señora Castelli, mi mujer…

—Sí, tuya…

Me da un beso que comienza a provocarme esas deliciosas sensaciones, mis manos suben por sus muslos, llego a sus nalgas y hago que su centro se frote en mi erección, de ella sale un gemido que me enloquece, pero antes de hacer cualquier cosa, ella se pone de pie y corre al baño.

—¡Vamos arriba, señor Martínez, que hoy hay mucho que hacer!

Salto de la cama, me meto al baño tras ella y la aprisiono contra la pared de la ducha.

Allí la hago mía una vez más, porque quiero que se acuerde de mí todo el día mientras camina. Salimos para prepararnos, tomamos desayuno allí y luego nos vamos a nuestros respectivos trabajos, a ella la dejo en Cavalcanti Moda con ganas de no dejarla, pero tampoco soy un adolescente que no es capaz de controlar sus hormonas.

Durante todo el día es recibir llamadas, hacer ajustes en los nuevos diseños de insumos y con suerte puedo escribirle a mi chica en el almuerzo. Quiero terminar pronto para irme a Cavalcanti Moda a esperar la colección y para ver a mi mujer.

Cuando son las cuatro treinta al fin me desocupo, me meto al baño de mi oficina, me cambio de ropa y salgo disparado al lanzamiento. Una de las cosas que más me gusta es que puedo llegar como si nada, porque a los invitados siempre los hacen esperar si llegan antes, pero por ser parte de la familia siempre me dejan entrar sin problemas.

Me estaciono en uno de los lugares reservados, me bajo del auto con elegancia y llego a la entrada.

—Lorenzo Castelli Cavalcanti —le digo al chico que sostiene la lista, me busca, pero niega.

—No puedo dejarlo entrar, señor Castelli.

—Debe haber un error…

—No lo hay, su madre me dio esta lista hace media hora, usted está en la lista de quienes deben esperar hasta las siente para entrar —me muestra la lista, le saco una foto y le escribo a mi madre, quien me llama de inmediato.

—Antes de que hagas algún reclamo, no eres el único que se quedará afuera, sólo Fabio, Alex, Agustín y Ángello están aquí. Todos los demás deberán esperar hasta las siente.

—Madre son las cinco y media, ¿por qué tanto misterio?

—Porque así lo decidieron las cabezas de este proyecto… por cierto, si ves a tu tío Luca, le dices lo mismo. Adiós, tesoro.

Me quedo viendo el teléfono, camino de regreso al estacionamiento y allí me apoyo en mi auto. Para las seis de la tarde llega mi tío Luca solo, lo cual me extraña muchísimo.

—Lorenzo, ¿no piensas entrar?

—¡No puedo! Es más ni tú ni yo… —llega mi tío Gabriel y se acerca a nosotros.

—¿Reunión familiar en el estacionamiento?

—No, nos dejarán entrar, mi hermana nos mandó a la lista negra Jajajaja —al menos mi tío Luca se lo toma con humor.

—Bueno, nos vemos dentro —mi tío camina, mi tío Luca se acerca a mí y se ríe, pero cuando lo ve caminar de regreso con expresión confundida larga la carcajada—. ¡Tampoco puedo entrar!

Nos quedamos allí sin entender qué pasa, van llegando los demás hombres de la familia, todos solos y yo no entiendo qué está pasando, hasta que una idea se me pasa por la cabeza.

—Oigan, ¿dónde están sus esposas?

—La mía dijo que se tardaría en la peluquería —dice mi tío Luca, todos fruncen el ceño y cada uno comienza a decir lo mismo.

—Habrán ido a la misma —dice Fabián, pero mi tío Gabriel niega.

—Lo dudo… vemos la hora, caminamos a la puerta y esta vez el chico nos deja entrar, sin embargo, en lugar de dejarnos entrar a donde queramos, nos mandan a sentarnos directo a nuestros lugares. Toda la primera fila está reservada para la familia, vemos a todos lados y nuestras esposas no aparecen. Un rato después, llegan a sentarse Fabio, Ángello y Alex, Agustín se queda hablando con alguien que está tras la puerta y luego llega con nosotros.

—Hijo, ¿qué es lo que pasa?

—Nada… sólo cumplí con lo que mi tía Pía me pidió… ni siquiera yo sé que pasa.

—Pero…

—Va a comenzar, luego me matan.

Me volteo para saber por qué vamos a comenzar si no ha llegado nadie, pero lo cierto es que está lleno. Estaba tan sumido en la incertidumbre que ni siquiera oí el murmullo de la gente.

Una tenue luz azul ilumina el escenario y veo que mi madre sale con un hermoso vestido de color rojo, con escote reina Ana, de manga corta y que le queda perfecto.

—Mierda… —escucho a mi padre—. Ese vestido…

—¿Qué tiene el vestido? —se ríe mi tío Luca.

—Ese es el vestido que usó cuando fuimos a celebrar que expondría, la misma noche que le conté la verdad de Marco…

—¿Que yo qué? —el señor Russo también está allí, mi padre lo mira feo, pero regresa a ver adelante.

—¿Y qué tiene? Se ve espectacular —dice mi tío y mi padre asiente embobado.

—Por eso mismo… esa mujer no deja de sorprenderme.

La música se detiene, mi madre se acerca al podio y expresa esa sonrisa que nos calma a todos los Castelli, la imito porque me siento orgulloso de ella y quiero que viva muchos años más.

—Bienvenidos a este lanzamiento de Cavalcanti Moda, para los nuevos espectadores, agradecemos su voto de confianza y para los antiguos, queremos agradecer su preferencia a través del tiempo. Hoy, hemos venido a presentar una nueva colección que ha reunido nuestras raíces familiares, que pasan por cinco países y quisimos hacer algo que los uniera para mostrarlo al mundo.

«Señores, les presentamos CIRTI… —las luces cambian y las modelos comienzan a salir con gracia.

Reconocemos la primera parte que es de Inglaterra, con toques sobrios, elegantes y de buen gusto. Cuando se está terminando, salen tres modelos, quienes resultan ser mis primas Rebeca y Josefa, escucho a Esteban el marido de Rebeca aplaudir atrás de nosotros porque ha llegado tarde. Pero lo que más nos deja impactados es ver a mi tía Alissa en un bello vestido de gala, con el mismo escote que mamá, pero este vestido está totalmente pegado a su cuerpo.

—¡No la miren, que es mi esposa! —grita mi tío Gabriel y nos reímos, mi tía trata de no hacerlo, pero es obvio que se ha divertido con su reacción.

Luego, es el turno del siguiente país, Turquía.

Las telas se ven ligeras, el movimiento de las prendas, los colores y todo lo que es característico de aquel país. Cuando las modelos se retiran, salen tres modelos, una de ellas resulta ser mi hermana Francesca.

—No puede ser… ¡Se ve hermosa! —Fabián se pone de pie para aplaudir a mi hermana y ella se ríe negando la euforia de su esposo.

Al retirarse, es el turno de Irlanda. Mi tío ya se imagina lo que le espera, pero nada lo prepara para cuando mi tía Emily sale con un vestido de infarto, al lado de Aíne.

—¡Esa es mi mujer, mírenla señores, pero no se puede tocar! —grita mi tío Luca y nos reímos de su escándalo.

—Mi tía se la jugó muy bien… —dice Agustín lanzándole besos a Aíne.

Luego viene el turno de Italia, todas se mueven con gracia, mostrando lo magníficos de los diseños. Al final, salen Pía, Alejandra y la hermana de Agustín. Por supuesto que todos aplauden orgullosos de sus mujeres, en verdad se han lucido con todo esto.

Y por último, Chile.

Sabemos que al final saldrá mi madre tal vez, pero nada me prepara para cuando salen las modelos finales: Aurora, la señora Daniela, mi abuela… y mi Isabella.

Se ven preciosas, tanto Aurora como Isabella van del brazo de mi abuela, quien luce un bello vestido de gala. Aunque ya es mayor, se ve preciosa, todos nos ponemos de pie emocionados de verla allí, sabemos lo que es para ella estar en esa pasarela, porque así es cómo comenzó su historia de amor.

Veo a mi chica y le sonrío feliz, se ve preciosa con un traje que se asemeja al típico chileno, pero verla con mi abuela me hace saber que elegí bien.

Mi abuela saluda, todos aplauden de pie y se acerca al podio para hablar, veo a mi tío Gabriel derramar algunas lágrimas al ver a su hermana y sólo allí soy consciente de lo adultos que son ellos.

—Hace cincuenta y cinco años me paré en una pasarela para Cavalcanti Moda y fue el mejor día de mi vida, porque me sentí tan bonita como me veo hoy —se ríe—. Y también porque conocí al amor de mi vida… quiero agradecer a mis nietos, porque todos ustedes son mis nietos, el haber hecho algo tan hermoso… pero también a mi nuera, mi hija, por darme la oportunidad de estar aquí.

Todos aplaudimos en su honor, mi madre le da un fuerte abrazo y luego cada una de las mujeres de la familia se acerca para hacer lo mismo. Yo no me aguanto más, sé que quedaré como loco, pero no pienso contenerme.

Me salto al escenario y corro para abrazar a mi abuela, ella me aprieta y agradezco tenerla para que vea lo feliz que seré con la mujer que amo.

—Mi niño… al fin te dijo que sí la muchacha —me acaricia el rostro y lloro, porque ahora mismo me embargan las emociones—. Cuídala, ya sufriste mucho cariño, ahora sólo es tiempo de ser feliz.

Le da la mano a Isabella, nos obliga a tomarnos de las manos y yo no me aguanto más, la beso allí, la levanto y al bajarla vemos a los demás hombres subir, mi padre se acerca a su madre llorando como un bebé, haciendo pucheros y todo, hasta que mi madre y mi abuela lo amenazan al mismo tiempo de que le halarán las orejas.

Lo que pasa a continuación es magnífico, toda la familia es ovacionada, somos enormes y eso nos hace más fuertes ante las adversidades, por eso es por lo que quiero que mis hijos sepan desde pequeños que pueden contar con nosotros, sus padres… pero también con sus abuelos, primos y tíos.

No quiero que sientan esas inseguridades que alguna vez sentí yo, o que lleguen a creer que no merecen ser amados, que no merecen una nueva oportunidad de ser feliz con la persona correcta, tal como la tuve yo.

Miro a mi mujer y sé que la semilla de nuestro amor está allí, no soy tonto y no nos hemos cuidado para nada, aunque parece que a ella no le importa en lo más mínimo, porque en cuanto puede se acerca a mi oído y me dice coqueta.

—Me dieron permiso de que me saques el vestido, siempre que tengas mucho cuidado al hacerlo —nos vemos a los ojos y esa propuesta queda allí, pendiente de satisfacer y por supuesto que será a lo grande.

Comenzamos a trabajar y pronto logramos hacer un recuento de los contratos que nos han ofrecido, al terminar la velada, todos estamos satisfechos, algunos más deseosos que otros y sé que, al igual que yo, mis hermanos agradecen que ya ninguno de nosotros vive en casa de mis padres, porque lo que harán hoy seguro nos espantaría…

Aunque en realidad, es lo mismo que haremos todos, excepto por Fabio, quien está solo.

Al llegar a mi departamento, la llevo al cuarto y allí con mucho cuidado le quito el vestido, cuando ya sé que no corre peligro, la levanto por las nalgas, me lanzo a la cama con ella y me convierto en un animal salvaje que disfruta a su mujer, llevándola al goce más perfecto y sublime una y otra vez.

Ya estoy en mi límite, pero sigo moviéndome, la veo a los ojos y le digo con dulzura.

—Te amo, Isabella…

—Y yo te amo a ti, mi Lorenzo.

—Tuyo… siempre.

Y nos dejamos ir en ese delicioso clímax, que nos lleva a lo más alto, para luego terminar abrazados en la cama, soñando las mismas cosas y todas esas que queremos alcanzar, esta vez juntos.

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