En cuartos de final los enfrenté a la estadounidense Linda Buttler, quien era considerada la sucesora de Ruth Evand y decían todos los periodistas que me iba a ganar a ojos cerrados, pero yo ya era de acero, indestructible, la chica maravilla gracias a Marcial que me había devuelto la fe.
   Estaba en la cancha haciendo calistenia con Maggi,  flexiones y Gina me lanzaba algunas pelotas, cuando ella, Buttler,  entró a la cancha. Entonces se desató un sismo que remeció el estadio y me pareció que el piso se abría  mis pies. Me asusté y miré aterrada a Heather. Ella estaba boquiabierta.
  El público puesto de pie había tributado una colosal bienvenida a Buttler, con una gran ovación, superior a cualquier cataclismo.
  -¡¡¡Buttler, Buttler, Buttler!!!-, gritaban los aficionados, brincando, dando puñetazos al aire, retumbando con sus vuvuzelas y haciendo estallar tambores y bombos. Un carnaval de gritos que me aturdía y ciertamente, me asustaba.
 Ella se puso a pelotear con sus asistentes