Capítulo 130

-Señor Boniek, su bebé es varoncito-, se le acercó una enfermera, con la voz serena, apacible, igual a un viento sutil, acariciando la tarde.

Marcial miró la carita de ángel de su hijo y las lágrimas le chorrearon a cascadas por las mejillas. Se deleitó con la naricita chiquita del pequeñín, su frente amplia, su boquita deliciosa, tratando de dibujar una mueca graciosa y se convenció que era igualito a él. Tembló de emoción, quiso tocar sus deditos, pero se contuvo, y de inmediato se aupó para tratar de ver por las puertas de la zona de maternidad. Los médicos salían con las caras largas, en silencio, igual si fueran sombras. Marcial sabía que algo malo había pasado. Nadie decía nada y los galenos estaban sudorosos, afligidos y cansados.

-¿Y mi esposa?-, se aterró, entonces, desorbitó los ojos y volvió a temblar esta vez con más furia y sus rodillas empezaron a doblarse, a derretirse como mantequilla, sumido en el pánico. Su corazón empezó a latir muy fuerte, como un redoble maca
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