-Sí, estos sofás son muy agradables - mintió.
-Bien - la dejó estar. Juntó sus manos en su regazo; mientras hablaba de nuevo - supongo que tu casa queda muy lejos de aquí.
La cabeza de María estaba tan metida entre sus hombros que parecía que le cubría los oídos; sin embargo, respondió - Sí, está lejos.
-Oh - exclamó - mi padre nunca nos llevó a conocerte. Nosotros nunca hemos salido de este pueblo.
En ese momento, volteó a verla -¿Usted es hija de…
Elizabeth sonrió - Así es, Ignacio era mi padre.
-¿Él…
La sonrisa disminuyó - Si has llegado hasta aquí, es porque te has enterado, ¿no es así? - María no respondió - me duele reconocerlo, pero… - Inhaló, como si de esa manera retuviera el llanto - ha muerto.
María se puso pálida. Aunque no lo conoció realmente, saber la verdad le causó sorpresa - lo… siento - balbuceó, agachándose.
-Descuida, esa noticia también debe afectarte, ¿no es cierto? - María volvió a quedarse sin habla - siempre le renegué a mi padre el descuido que tuvo contigo. Era emocionante la idea de conocerte, pero sabrás que mi madre no lo permitía y mi padre no podía contradecirla.
Asintió - Sí - su voz apenas si se escuchaba.
En vista de que no hablaba, Elizabeth se hizo de la conversación - debiste pasar muchas penas. No era justo que uno de nosotros estuviera lejos, luchando por sobrevivir. Entiendo que las acciones de mi padre fueron detestables, sin embargo, tú no eras la responsable.
Entonces, María levantó la cara - ¿tú… no me odias?.
-Por supuesto que no. Somos hermanas después de todo. Sólo que… - La señora miró a otro lado - mis hermanos no opinan lo mismo.
-¿cuántos más hay?.
Elizabeth regresó su mirada a ella; al instante, María bajó la cara - hay dos más. Somos tres hijos legítimos y una hija fuera del matrimonio - después de una pausa, agregó - yo soy la mayor, me quedé con mi padre hasta sus últimos días; por lo tanto heredé esta casa. Nuestra hermana, Laura, se casó y se fue a vivir un poco lejos de aquí. Su forma de ser siempre ha sido un tanto brusco; así que no esperes un buen trato. Además, no le agrada la idea de tener otra hermana. Por último, está Jorge, antes de ti él es el más pequeño.
La claridad disminuyó. Los rayos del sol se volvieron naranja; mientras se iban escondiendo en la lejanía. Los vellos de María se erizaron, sintiendo que las sombras se volvían más fuertes. Abrió más los ojos; en tanto se sumergía en la oscuridad y el miedo la invadía.
-No todo el tiempo es así - la voz suave la sacó de sus pensamientos - por lo general es más animado, pero, debemos respetar el luto. Aunque la noticia no se ha extendido - María asintió - Bueno, ya que es tarde, ¿te quedarás esta noche?. El cuarto de invitados está disponible; además, sería un gusto que duermas alguna vez en esta casa.
-yo…
-¿Sino, en dónde piensas dormir?. ¿No me digas que dormirás en la calle?.
-Yo pensaba regresar a casa. Sólo quería comprobar la noticia, realmente no me interesa mucho la herencia.
-¿por qué no?. Ya es un milagro que te hayas enterado; debido a que mi hermano se negó a difundir la noticia con tal de que no lo supieras. Él siempre odió el sufrimiento que tuvo mi madre por tu existencia. Nunca ha querido saber de ti y se negó rotundamente a compartir la fortuna con una extraña.
María sintió más pena de ella misma con cada palabra - es por eso que no quiero reclamarla - lo dijo un poco en contra de sus verdaderos pensamientos.
-Debes hacerlo. Es lo que te corresponde por derecho y como pago por tanto sufrimiento - luego añadió - quédate, al menos cumple ese sueño mío.
Quedando comprometida, no encontró el valor para negarse - Está bien - su voz salió casi como un chillido. Se aclaró la garganta, viendo de reojo a su hermana.
-Muy bien - se levantó - entonces, mandaré a que te la preparen - al terminar de hablar fue a la puerta y salió, dejándola sola en las penumbras.
No era que tuviera miedo a la oscuridad; sino que era la enorme mansión la que emanaba un aura extraña. Quizás, por ser la casa de un muerto o tal vez era porque no estaba acostumbrada a tales lugares; pero se encontraba muy fuera de su zona de confort. Pasó un tiempo que para ella fue una eternidad. Hasta que la mujer regresó.
-Listo, nos prepararán la cena también.
-Ah - María se levantó - la cena sería abusar de usted.
Elizabeth le sonrió tranquilamente - No te preocupes, iba a cenar sola de cualquier manera. Por favor, acompáñame - pidió con una amabilidad que nadie sería capaz de negarse.
-Bueno - sonrió, mostrando una expresión entre timidez y sinceridad.
-¡Qué bien! - expresó su alegría - ven, te enseñaré el caminó - Estiró un brazo. Los dedos delgados y sumamente cuidados se presentaron en su dirección. María se acercó y aunque no le tomó la mano, Elizabeth agarró su brazo y lo acunó bajo el suyo dándole palmaditas con la otra mano - te enseñaré la casa también.
Así, arrastró a una incómoda joven, la cual, evitaba incluso respirar. A pesar de haber dicho que estaba de luto, la señora se mostró alegre. La sacó al pasillo y siguió el camino hacia la ventana. La luz ya no entraba por ese lado; de tal manera que la introdujo a un pasillo más tenebroso aún, cuando giraron a la derecha.
-¿te gusta esta casa?. Cuando se encienden las luces se ve maravilloso - comentó.
-Ah - fingió admiración. De pronto, al final vio una luz más encendida. Llenándose de alivio recompuso el cuerpo para andar con más emoción.
-Por ahí queda el patio - llegaron a un hermoso lugar cubierto con grama; aunque no habían árboles, María pudo sentirse un poco más libre - mis hermanos y yo jugábamos aquí de niños. Cuando crecimos, cada uno se ocupó de sus asuntos.
-Es enorme - sin querer comentó sus pensamientos.
-¿esto es de tu agrado? - sonrió - vaya, por fin encuentro algo que te guste.