-Oh, acaban de retirarse - sonrió - veo que Jorge se apiadó de ti - esquivó la esquina de la mesa - me alegro que lo haya hecho - María se levantó - ven aquí, necesito que me prestes tu ayuda…- Salió justo cuando Elizabeth se acercó, cerró la puerta - ¿qué estás haciendo? - los dedos blancos quedaron en la rendija de la puerta; aunque la madera los apretaba, no hubo cambio en el tono de Elizabeth - Jorge sólo quiere usarte, no debes confiar en él.
Las uñas se apretaron, rasgando la puerta que María se esforzaba en jalar. No debía caer en su engaño. Necesitaba cerrar para correr lo más pronto posible; pero, la mano no se quitó - no te pongas de su parte. Te prometo que si me ayudas, dejaré libre a esos niños y a ti con ellos - seguía insistiendo desde den