La Rebelión del Noble
El alba en el reino de Valoria no llegó con el dulce canto de los pájaros, sino con un grito de guerra silenciado. La ciudad, acostumbrada al lento despertar de sus mercados y al murmullo de la vida plebeya, se estremeció con una furia contenida. En los callejones, los tejados y las esquinas, mi red de sombras se había movilizado. No eran soldados, sino panaderos, herreros, tejedores; el corazón latente de la ciudad que ahora ardía con el fuego de la injusticia. La noticia del juicio y la deshonra del Barón Orlo , un noble acusado de conspirar con los plebeyos, había encendido la mecha de la rebelión.
En la bodega abandonada, el noble caído se había transformado. Orlo , vestido con una sencilla túnica de tela, había dejado atrás la arrogancia de su clase para abrazar la rabia de los oprimidos. Su rostro, antes una máscara de desprecio, ahora era un lienzo de determinación. Se sentó a mi lado, un noble y un lobo de las calles, unidos por el mismo propósito