La Trampa de la Reina
El aire en el barrio se cargó de una tensión palpable. El anuncio del "Festival de la Cosecha" y sus "pruebas de destreza" había sido recibido con una mezcla de recelo y una sombría resignación. Todos sabían la verdad: era el sorteo de los gladiadores, el camino hacia una muerte glorificada para el entretenimiento de la nobleza. Mi corazón latía con fuerza, un tambor de guerra en mi pecho. Isabel no se contentaba con asfixiar nuestro negocio; quería nuestro espectáculo, nuestra humillación pública.
Conan, con el rostro sombrío y los puños apretados, leyó el pergamino, sus ojos oscuros brillando con una rabia contenida. —Es una trampa, Kaida. Una trampa cruel. Quieren que entres en la arena, que te humilles.
—Lo sé —dije, mi voz era un susurro, pero un susurro lleno de una determinación férrea—. Y lo haré. No voy a huir. Pero no entraré como una víctima, sino como una guerrera.
El pueblo, con su solidaridad inquebrantable, se volcó en nuestra preparación. La costur