VI

Un Lamento en el Callejón

El lamento débil que venía del callejón me detuvo. Una mezcla de miedo y curiosidad me invadió. ¿Debía ignorarlo y seguir mi camino, o investigar? La incertidumbre de mi nueva vida me impulsaba a ser cautelosa, pero una fuerza extraña me arrastraba hacia el sonido, una necesidad casi inexplicable de ver qué sucedió.

Me adentré en la oscuridad del callejón, donde los edificios altos bloqueaban la luz del sol, creando un ambiente frío y sombrío. El olor a humedad y basura se mezclaba con un tenue aroma a pan viejo. El sonido se hizo más claro: no era un lamento de dolor, sino una voz ronca y entrecortada. Al doblar una esquina, vi a un hombre tirado en el suelo, aferrándose el estómago con una mano mientras la otra se apoyaba débilmente en la pared sucia. Llevaba ropa vieja y gastada, más remiendos que tela original, y su rostro estaba cubierto de polvo y suciedad. Parecía delgado, débil, y su postura sugería que estaba herido, o al menos muy debilitado.

__¿Estás bien?__ preguntó, mi voz temblaba un poco, sintiéndome expuesta ya la vez, incapaz de simplemente marcharme.

El hombre levantó la cabeza lentamente. Sus ojos, a pesar de su situación, tenían un brillo particular, una mezcla de astucia y desesperación que me llamó la atención. Había algo en ellos que no era del todo lo que esperaba de alguien en su estado.

__No... no estoy bien__ dijo con voz débil y quebrada__Me han robado. Todo. Mi dinero, mi pan... Y estoy herido. Creo que tengo una costilla rota__ Se quejó, intentando moverse con dificultad.

Sentí una punzada de pena por él. Con mi propia situación incierta, sabía lo que era sentirse desamparado, sin nada. Apenas unas horas antes, yo misma me había visto reflejada en esa misma desesperación. Me agaché un poco a su lado, manteniendo una distancia prudente pero mostrando mi disposición a ayudar.

__¿Puedo ayudarte en algo? ¿Necesitas que buscar a alguien?"

Él intentó sentarse de nuevo, con un gemido de dolor, pero desistió.

__Solo necesito algo de agua... y quizás algo de comer. No he probado bocado en días. Me he estado arrastrando desde el mercado, intentando encontrar un refugio.

Miré el pan que el amable anciano me había regalado. No tenía mucho, era mi única provisión, pero él parecía necesitarlo más que yo en ese momento. Era un simple gesto, pero algo dentro de mí me impulsó a hacerlo. Le extendí el pan.

__Toma, tengo esto. No es mucho, pero espero que te ayude.

El hombre me miró, y sus ojos se abrieron un poco más, una chispa de sorpresa y alivio al ver el trozo de pan. Lo tomó con manos temblorosas y lo devoró rápidamente, con una avidez que confirmaba su hambre extrema. No dijo nada mientras comía, solo un sonido gutural de satisfacción. Al terminar, se limpió la boca con el dorso de la mano.

__Gracias, señorita. Me has salvado la vida. De verdad, no sé cómo agradecértelo__ Luego, me ofreció una sonrisa cansada, pero ahora con una chispa más viva__Mi nombre es Conan . ¿Y el tuyo?

__Soy Kaida__respondió, un poco reacia a dar mi nombre completo, pero algo en su mirada, a pesar de su aspecto, me hizo sentir un extraño eco de confianza, o quizás, de necesidad de compañía en mi soledad. Él no me miraba con lástima, ni con el desprecio de los nobles que había conocido. Me miraba como a una igual, o al menos, como a alguien con quien compartía un momento difícil en las calles.

__ Kaida__repitió Conan , saboreando mi nombre con una voz que ya no sonaba tan débil. Se incorporó un poco, apoyándose mejor en la pared__Gracias de nuevo. No sé cómo pagarte esto. Mira, yo vivo cerca de aquí. No es mucho, un lugar modesto, pero al menos tengo un techo. Si no tienes dónde ir, podría recomendarte un lugar por hoy. Para que descanses y te recuperes. Y tal vez, podamos encontrar una manera de ayudarnos mutuamente, ¿qué te parece? Dos cabezas piensan mejor que una en estos tiempos difíciles__ Sus palabras, aunque amables, tenían un tono que me hizo dudar un instante. Había algo en su forma de hablar, algo demasiado rápido, demasiado convincente para alguien que acababa de ser "robado" y estaba "herido". Pero mi situación no me permitía ser exigente. Estaba sola, vulnerable, y necesitaba un lugar seguro donde pasar la noche y planear mi siguiente paso. La idea de una noche a la intemperie era aterradora.

Finalmente, Kaida decidió seguir a Conan . Él la llevó hasta una casa que, aunque parecía vieja y descuidada desde fuera, con la pintura descascarada y las ventanas sucias, era bastante amplia y tenía un pequeño patio trasero cubierto de maleza. No parecía una casa que pudiera permitirse un plebeyo como Conan , y la contradicción me hizo sentir una punzada de alarma. Él la condujo al interior y le explicó, con una fluidez notable, que esa casa perteneció a un viejo barón que no tenía herederos, por lo que había quedado abandonada. Conan la encontró, la había "reparado un poco" y decidió establecerse allí.

Lo sigui con una creciente duda que se instaló en mi pecho. Al entrar, noté que muchas zonas de la casa estaban cubiertas de telarañas espesas y una capa gruesa de polvo. La luz que se filtraba por las ventanas dejaba ver las motas de polvo bailando en el aire. Las telarañas colgaban de las esquinas y los muebles viejos estaban cubiertos por sábanas blancas que el tiempo se había vuelto amarillentas, acumulando suciedad. Esto era una pista clara que sugerencia que Conan no vivía allí con regularidad o que, al menos, no la mantenía. La casa no parecía "habitada" en absoluto. Confundida y con mi desconfianza aumentando, preguntó, mi voz más firme de lo que esperaba:

—¿No dijiste que ya te habías establecido aquí? ¿Por qué hay tanto polvo y telarañas? No parece que vivas aquí. ¿Acaso me estás mintiendo?

Conan no se inmutó. Sus ojos, en lugar de mostrar sorpresa o culpa, destellaron con una astucia aún más evidente. Se rió con una confianza que me desconcertó.

—¡Claro que no, Kaida ! ¿Cómo crees eso? Lo que pasa es que no solo tengo esta casa. La verdad es que últimamente he estado viviendo en una propiedad que estoy arreglando en el oeste de la ciudad, un lugar con más oportunidades, ¿sabes? Por eso no he podido venir mucho por aquí. Ya sabes lo que dicen los viejos sabios… ¡un conejo astuto tiene tres madrigueras! Esta es solo una de ellas, un lugar seguro para tiempos de necesidad.

Su explicación me sonó demasiado preparada, pero su sonrisa era tan convincente, tan amigable, que me hizo dudar de mi propia intuición. Parecía tan relajado y despreocupado. Me senté en una silla vieja y cubierta de polvo, sintiendo el cansancio de la noche y la mañana.

Después de eso, Conan comenzó a hablar sobre sus planos, sobre cómo funcionaban los negocios en la ciudad, y cómo alguien con "tu elegancia y mi visión" podría hacer una fortuna. Con palabras persuasivas, y un tono que se volvió más entusiasta a cada momento, logró sonsacarme.

__ Tenía algunas joyas, unos pequeños ahorros que mi padre adoptivo me dio__murmuré, minimizando su valor. Él vio la oportunidad. Me convenció de entregárselas para venderlas, usándolas como "capital inicial" para un negocio que emprenderíamos juntos.

__Un pequeño puesto en el mercado, o tal vez una tienda de telas, algo elegante para alguien como tú, Kaida__ me dijo con un brillo en los ojos que yo no sabía descifrar.

Lo mire, insegura de si debía confiar en él. Había algo en la mirada aparentemente sincera de Conan que escondía un brillo astuto y calculador, una promesa de oportunidad que sonaba demasiado buena para ser verdad, y que chocaba con la desconfianza que había aprendido en mi vida entre nobles y en las calles. Mi mente recordaba las advertencias del anciano panadero sobre cuidar mis monedas.

Decidí intentarlo, pero aún no confiaba del todo en él. Mi instinto me dijo que fuera cautelosa. Entonces planeó darle solo una parte de sus joyas, las menos valiosas, mientras escondía cuidadosamente el resto junto con las monedas de plata que había traído, metiéndolas en un hueco de la pared. Justo cuando estaba a punto de entregarle las joyas a Conan , sintió un roce suave y peludo junto a su pie, un pequeño y silencioso movimiento que la hizo saltar.

 

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