Un Lamento en el Callejón
El lamento débil que venía del callejón me detuvo. Una mezcla de miedo y curiosidad me invadió. ¿Debía ignorarlo y seguir mi camino, o investigar? La incertidumbre de mi nueva vida me impulsaba a ser cautelosa, pero una fuerza extraña me arrastraba hacia el sonido, una necesidad casi inexplicable de ver qué sucedió.
Me adentré en la oscuridad del callejón, donde los edificios altos bloqueaban la luz del sol, creando un ambiente frío y sombrío. El olor a humedad y basura se mezclaba con un tenue aroma a pan viejo. El sonido se hizo más claro: no era un lamento de dolor, sino una voz ronca y entrecortada. Al doblar una esquina, vi a un hombre tirado en el suelo, aferrándose el estómago con una mano mientras la otra se apoyaba débilmente en la pared sucia. Llevaba ropa vieja y gastada, más remiendos que tela original, y su rostro estaba cubierto de polvo y suciedad. Parecía delgado, débil, y su postura sugería que estaba herido, o al menos muy debilitado.
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