El día había comenzado tranquilo, con una agenda apretada pero manejable. Estaba revisando informes en mi oficina cuando Marlon irrumpió sin tocar, como solía hacerlo cuando algo no podía esperar.
—Tenemos que hablar —dijo, y su tono bastó para que dejara el bolígrafo sobre el escritorio.
Alzó una revista, doblada por la mitad, y la dejó caer frente a mí. La portada me sacudió el cuerpo como un golpe seco.
Yo, en el balcón. Mi mano en el rostro de Ivanna. El maldito beso en la comisura.
—¿De dónde salió esto? —pregunté, tomando la revista entre mis manos.
—Me encontré a Regina y ella me la dio. Desde temprano circula por toda la oficina. Las redes también están haciendo lo suyo. Y si no me equivoco... tu padre ya lo sabe —añadió con cautela.
Me froté el rostro con ambas manos, conteniendo una marea de pensamientos. No por arrepentimiento, sino por lo que venía después.
—¿Ivanna lo vio? —pregunté.
— Regina la llamó a la sala de juntas y se la enseño. Estaba con Lucero cuando las vi sal