“Rafael”
Hana era demasiado hermosa para esconderse detrás de esas ropas horribles que su mamá le compraba, y si de mí dependía, nunca más volvería a ocultarse. Después de la pequeña limpieza que hicimos, le di espacio para que se arreglara como quisiera, aunque estaba seguro de que se pondría un vestidito corto; vi algunos muy lindos en su clóset y estaba ansioso por verla usar cada uno.
Pero su atrevimiento me sorprendió de nuevo: otra vez estaba sin calzoncitos, y solo podía pensar en lo mucho que quise cogerla en la escalera que daba a mi oficina en el bar. Esta mujer me estaba volviendo loco por ella y me estaba gustando muchísimo. Se estaba revelando y yo estaba fascinado por la mujer audaz y decidida que ella escondía. No pude evitar pensar que me estaba preparando alguna sorpresita más esta noche.
Me estacioné enfrente del bar, todavía era temprano y el movimiento era flojo aún. Tomé a Hana de la mano y me encontré a mi jefe de seguridad en la puerta. Lo miré esperando algun