"Patricio"
Después de un tiempo ahí, senté a Lisandra nuevamente, con cuidado. Y después me senté y remé hasta la orilla donde los amigos y la familia nos esperaban. Pero cuando bajé de ese bote, ahí en ese pequeño embarcadero, ya no era el mismo hombre que entró en él en la orilla del otro lado. Ahora tenía un propósito mayor en la vida y sentía como si el mundo fuera completamente nuevo.
Nuestras madres estaban eufóricas gritando que serían abuelas, nunca había visto a doña Inés así, tan alegre y tan suelta. Mi papá traía la emoción en los ojos y me dijo que yo había resignificado su vida cuando nací, pero que ahora, convertirse en abuelo, le daba un nuevo color a todo. Sus palabras me emocionaron. Pero, entre todos los abrazos emocionados y felices que recibí, el de mi amigo, mi hermano de la vida, fue el que más me tocó.
—¡Ahora sabes! —Alessandro habló—. La vida es otra con los hijos. Nada de lo que vivimos antes tiene más importancia. Y no hay amor en el mundo que supere eso.