CAPÍTULO 26. De una investigación a un recuerdo perdidoMaggie estaba peleando por mantener los ojos abiertos mientras Jackson sujetaba su mano.—Oye, no tienes que esforzarte ahora mismo —le dijo con suavidad y la vio asentir.—No tiene sentido que investiguen por gusto —murmuró ella mirando al investigador, que cuaderno en mano la miraba con el mayor interés.—Señorita Kinsgley…—Señora Wyndham —lo corrigió Jackson—. Es señora Wyndham ahora.—Claro… claro. Señora Wyndham. ¿Por qué cree que estaríamos investigando por gusto?Maggie trató de respirar hondo para que las palabras fluyeran.—Porque ya me había probado el vestido antes, varias veces mientras me lo ajustaban, luego cuando estuvo listo —declaró con seguridad a pesar de que su voz sonaba débil—. El sastre me lo llevó personalmente y estuvo tocando el vestido por todos lados antes de irse. Yo no tuve ninguna reacción. Nada, ni un sarpullido, ni una picazón. Y él tampoco.El oficial hizo una mueca mientras anotaba.—Entonces es
CAPÍTULO 27. De recuerdos confusos a un sabor compartidoMaggie lo miró como si Jackson acabara de anunciar que era el verdadero heredero al trono de Marte.—¿Qué acabas de decir? —preguntó, con la voz tan baja que parecía una amenaza pasiva.Jackson tragó saliva. Sabía que había una alta probabilidad de que aquello terminara en desastre, pero era tarde para arrepentimientos, y más tarde aún para seguir callando.—Déjame hablar —le pidió, alzando ligeramente las manos como si eso fuera a protegerlo de lo inevitable—. Y quiero que me escuches bien porque lo que voy a decirte es totalmente la verdad o al menos la mía —aseguró sentándose en la cama y restregándose la cara mientras Maggie lo miraba confundida—. Lo del congreso, el de primer año… no recuerdo haberme acostado contigo esa noche.Maggie frunció el ceño y aunque hubiera querido incorporarse en la cama, la verdad era que no lo habría logrado sin ayuda.—Jackson ¿de qué hablas…? —jadeó mientras el corazón le subía a la garganta,
CAPÍTULO 28. De una lista dolorosa a una peligrosa revelaciónMaggie y Jackson se miraban como si acabaran de salir de una película de terror. Solo que no era una película, y definitivamente no había créditos finales en camino. Maggie tenía la mirada fija, como si las piezas del rompecabezas se armaran en su cabeza a una velocidad que asustaba; y todas dolieran a la vez.—Nos drogaron —dijo Jackson al fin, con una voz que sonaba más a confirmación que a suposición.Maggie no respondió. Solo respiró hondo, como si esa sola palabra la hubiera golpeado en el pecho. Sus ojos se llenaron de nuevas lágrimas y se encogió un poco, como si intentara desaparecer dentro de sí misma.—No puede ser… Esto es una pesadilla…Jackson la abrazó con fuerza, esa que uno usa cuando no tiene idea de qué más hacer, y a pesar del dolor momentáneo en su piel, Maggie se aferró a él como si fuera su último resto de cordura.—Te prometo que vamos a llegar al fondo de esto. No importa cuántos años hayan pasado. No
CAPÍTULO 29. Del espacio para el error al espacio para la intimidadJackson y Maggie se quedaron congelados mientras se miraban uno la otro, como si alguien hubiera puesto pausa en sus vidas justo después de soltar una bomba.“Cloroformo”.La palabra flotaba en el aire como si tuviera peso propio. El detective ya se había ido, pero el eco de lo que acababa de decir seguía reverberando en cada rincón de la sala.—¿Tú… tú crees que fue eso? —preguntó Maggie en voz baja, como si tuviera miedo de que decirlo más alto lo hiciera más real.Jackson se frotó la frente, suspirando, con un gesto en el que parecía estarse conteniendo para no romper algo.—Encaja. Con todo. El sabor metálico en la boca, el vacío en la memoria, el dolor de cabeza… todo. No me gusta, pero sí. Tiene sentido.Maggie se abrazó a sí misma, como si necesitara sostenerse por dentro. Su expresión era una mezcla de rabia, incredulidad y miedo. Una combinación que Jackson odió ver en sus ojos grandes.—Entonces… entonces nos
CAPÍTULO 30. De una nueva oficina a una invitada desagradableLa ducha seguía soltando vapor cuando Maggie apoyó la cabeza en el pecho de Jackson y cerró los ojos. Sus respiraciones se acompasaron, lentas, como si ese momento pudiera detener el tiempo.Lo había visto quitarse la ropa a más velocidad de la que un humano normal debía tener, pero se había dejado el bóxer como una declaración de que pensaba portarse bien. —Deja de pensar —le susurró él, acariciándole la espalda con movimientos suaves—. Solo… quédate aquí, conmigo. Eso es lo único importante.—Estoy tratando —murmuró Maggie, con la voz un poco temblorosa—. Pero mi cabeza no se apaga tan fácil.Jackson apoyó la barbilla sobre su cabeza mojada. El agua tibia, sus cuerpos pegados, ese silencio que no exigía respuestas. A veces, eso era todo lo que uno necesitaba para empezar de nuevo.—Ya entendemos lo que nos pasó —le dijo él con suavidad—. No todo, pero lo esencial. Y lo vamos a resolver, paso a paso. Tenemos un bebé que c
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era
CAPÍTULO 2. De la celebración al desastreOcho semanas antes.Jackson Wyndham no entendía por qué seguía asistiendo a aquellos eventos médicos… Bueno, sí lo sabía: Eran prestigiosos, había whisky gratis y siempre existía la posibilidad de robarle algún paciente importante a otro médico arrogante. Pero, sinceramente, ¿un evento médico en un resort de montaña con nieve hasta las rodillas?¿No había un mejor sitio para entregar la dichosa beca?—Quita esa cara, al final hay una buena posibilidad de que ganes, aunque sea contra ella —le dijo Reggie, su mejor amigo, señalando al otro lado del enorme salón recepción del hotel, y Jackson apretó los labios cuando la vio.Margaret Kingsley.Podía reconocerla entre cientos de mujeres, porque aquel cabello rojo infierno la distinguía en cualquier lugar, como un aviso de lo que era: una diabla, un demonio, un…—¡Jackson!—¡Maldición, no puedo perder contra ella otra vez! —masculló con impotencia y Reggie se encogió de hombros.—Oye, no eres el ún
CAPÍTULO 3. De la impotencia a un saco de dormirJackson Wyndham, cirujano brillante, orgulloso heredero de una fortuna de proporciones escandalosas y eterno ganador de debates académicos, estaba hincado en el suelo de una cabaña olvidada por Dios, revisando el abdomen de su mayor enemiga con manos frías.—No hay necesidad de que me quites la blus…—No tienes nada interesante que ver ahí —le gruñó Jackson examinándola—. Podrías tener una hemorragia interna y la adrenalina puede haberlo camuflado.—Oh, gracias por tu opinión, Doctor Milagro. Pero a menos que tengas los ojos de Rayos X de Superman, dudo que sepamos más hasta que nos rescaten.Maggie Kingsley tenía el don de sonar arrogante incluso cuando estaba pálida, con las cejas fruncidas por el dolor y envuelta en tres mantas que olían a ratón encerrado desde 1972. Estaba helada, herida y atrapada en medio de la nada con el hombre que más odiaba.—Creo que sería un buen momento para rezar —dijo Jackson con tono indiferente, y ella