CAPÍTULO 17. De una llamada a un desastreMaggie todavía estaba enfrascada en aprenderse la nueva técnica cuando su celular empezó a vibrar. Y no pudo negar que el nombre en su pantalla la sorprendió.—¿Hola? —respondió con voz neutral mientras hablaba con el hombre al otro lado de la línea—. ¿Qué si podemos vernos?... Bueno, supongo que sí —murmuró Maggie—. No, créeme que Jackson no tiene tanto interés en mí como para vigilarme… Está bien… ¿Esta misma noche? Me parece perfecto… Sí, sí conozco el hotel Astoria… OK, OK… ahí estaré entonces —accedió porque no veía nada de malo en eso, sin imaginar que alguien la escuchaba desde el pasillo, y que encontraba todo lo malo que podía haber en aquella llamada.Para las ocho de la noche ya había oscurecido y Maggie entraba en el vestíbulo del hotel Astoria con paso firme. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y el rostro de quien no teme a nada… aunque el estómago le dolía un poco de los nervios, porque con quien iba a encontrarse sin dud
CAPÍTULO 18. De la justificación al golpe de realidadEl hospital parecía tener una velocidad especial cuando se trataba de obedecer a su duelo; así que apenas llegaron al Wyndham Medical de Manchester, Maggie fue ingresada de inmediato.Jackson por supuesto que estaba sin sombra mientras empezaban a hacerle los estudios, y no hubo forma de que los demás doctores lo sacaran del “caso”.—¡Que no tengo nada! ¡Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua! —gruñó Maggie, que por suerte o por desgracia tenía genes de todo menos de víctima.—¡Estás embarazada, tenemos que revisarte! —gruñó Jackson.—¡Otro puede hacerlo, no quiero que me estés tocando después de todo lo que pasó!Jackson dio cuatro gritos y todo el mundo se apresuró a salir de aquel cuarto como si el diablo hubiera aparecido con el tridente y desde luego que por la expresión de Jackson, exactamente eso parecía: el diablo.—¡Esto es tu culpa! —murmuró Jackson entre dientes, aunque más parecía un intento de convencerse a sí
CAPÍTULO 19. De la revelación a la culpaJackson no era precisamente la persona más perspicaz del mundo cuando estaba ofuscado. Pero ni en sus peores momentos se habría imaginado algo como aquello.—¿Cómo que tú llamaste a Maggie? —preguntó.—Eso mismo, hijo. Yo la llamé. Quería convencerla de que la boda fuera grande, no esa cosa íntima que en la que ella insiste. Somos figuras públicas, hacer una boda pequeña sería muy criticado y quería convencerla por las buenas antes de que tú y tu madre la acabaran cagando de alguna manera!Jackson parpadeó. Una, dos, tres veces. No procesaba nada. Su padre había llamado a Maggie para hablar de la boda. No había ningún amante secreto, ningún plan maquiavélico. Sólo un anciano entrometido con ideas de grandeza. Y él, como el campeón de los imbéciles que era, se había creído la versión de Brenda.—Entonces… —balbuceó, tragando saliva— Maggie no estaba… con otro…—¡Claro que no, animal de Dios! —bramó Emeret, alzando la voz lo suficiente como para
CAPÍTULO 20. De las disculpas a una prueba de paternidadLa culpa, indudablemente era algo poderoso, y si se juntaba con los recuerdos mucho más.Jackson llevó a Maggie a su departamento esa misma tarde, con el cuidado de quien traslada una bomba emocional que podría estallar en cualquier momento. Abrió la puerta, le ofreció algo de beber, e intentó —torpemente, como sólo él sabía— armar otro tipo de disculpa.—¿Qué tengo que hacer para que dejemos esto atrás? No podemos seguir peleando así —murmuró él de repente y Maggie lo miró con cansancio.—No tienes nada que hacer nada, Jackson —respondió con un suspiro.—No quiero volver a decepcionarte.—Uno solo se decepciona cuando espera algo de alguien. Y yo ya no espero nada de ti. Y tú tampoco de mí. ¿No es cierto?Y Jackson sintió que se le apretaba el pecho porque no había ni una gota de desafío en esas palabras.Los días siguientes fueron una mezcla de comedia involuntaria y penitencia doméstica. Jackson se quedó en casa para cuidarla
CAPÍTULO 21. De la cercanía a un descubrimiento atroz—¿Estás completamente segura de que quieres hacer esto?—Estoy segura de que no quiero que Pamela meta las narices en nada más —respondió ella, sin rodeos—. Si usamos nuestros nombres reales, va a encontrar la forma de intervenir. Ya la conozco. Así que elige dos nombres que te gusten y listo.Jackson asintió, mordiéndose el labio. No era una respuesta cálida, pero sí sensata; y lo peor era que tenía razón.—Mi madre siempre ha sido manipuladora con mi vida, pero te juro que últimamente se ha pasado demasiado —murmuró para sí mismo y Maggie le torció los ojos.—¿Últimamente? —Aquella era su primera ironía en días así que Jackson le sonrió de oreja a oreja y no preguntó más.Ya con las fichas llenas, ambos se sometieron al procedimiento. Sacarse sangre no era un drama para ellos, pero Maggie estaba batallando como mejor podía con las náuseas matutinas y en cuanto le sacaron la aguja del brazo el olor de la sangre la hizo marearse.—
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era
CAPÍTULO 2. De la celebración al desastreOcho semanas antes.Jackson Wyndham no entendía por qué seguía asistiendo a aquellos eventos médicos… Bueno, sí lo sabía: Eran prestigiosos, había whisky gratis y siempre existía la posibilidad de robarle algún paciente importante a otro médico arrogante. Pero, sinceramente, ¿un evento médico en un resort de montaña con nieve hasta las rodillas?¿No había un mejor sitio para entregar la dichosa beca?—Quita esa cara, al final hay una buena posibilidad de que ganes, aunque sea contra ella —le dijo Reggie, su mejor amigo, señalando al otro lado del enorme salón recepción del hotel, y Jackson apretó los labios cuando la vio.Margaret Kingsley.Podía reconocerla entre cientos de mujeres, porque aquel cabello rojo infierno la distinguía en cualquier lugar, como un aviso de lo que era: una diabla, un demonio, un…—¡Jackson!—¡Maldición, no puedo perder contra ella otra vez! —masculló con impotencia y Reggie se encogió de hombros.—Oye, no eres el ún
CAPÍTULO 3. De la impotencia a un saco de dormirJackson Wyndham, cirujano brillante, orgulloso heredero de una fortuna de proporciones escandalosas y eterno ganador de debates académicos, estaba hincado en el suelo de una cabaña olvidada por Dios, revisando el abdomen de su mayor enemiga con manos frías.—No hay necesidad de que me quites la blus…—No tienes nada interesante que ver ahí —le gruñó Jackson examinándola—. Podrías tener una hemorragia interna y la adrenalina puede haberlo camuflado.—Oh, gracias por tu opinión, Doctor Milagro. Pero a menos que tengas los ojos de Rayos X de Superman, dudo que sepamos más hasta que nos rescaten.Maggie Kingsley tenía el don de sonar arrogante incluso cuando estaba pálida, con las cejas fruncidas por el dolor y envuelta en tres mantas que olían a ratón encerrado desde 1972. Estaba helada, herida y atrapada en medio de la nada con el hombre que más odiaba.—Creo que sería un buen momento para rezar —dijo Jackson con tono indiferente, y ella