CAPÍTULO 30. De una nueva oficina a una invitada desagradableLa ducha seguía soltando vapor cuando Maggie apoyó la cabeza en el pecho de Jackson y cerró los ojos. Sus respiraciones se acompasaron, lentas, como si ese momento pudiera detener el tiempo.Lo había visto quitarse la ropa a más velocidad de la que un humano normal debía tener, pero se había dejado el bóxer como una declaración de que pensaba portarse bien. —Deja de pensar —le susurró él, acariciándole la espalda con movimientos suaves—. Solo… quédate aquí, conmigo. Eso es lo único importante.—Estoy tratando —murmuró Maggie, con la voz un poco temblorosa—. Pero mi cabeza no se apaga tan fácil.Jackson apoyó la barbilla sobre su cabeza mojada. El agua tibia, sus cuerpos pegados, ese silencio que no exigía respuestas. A veces, eso era todo lo que uno necesitaba para empezar de nuevo.—Ya entendemos lo que nos pasó —le dijo él con suavidad—. No todo, pero lo esencial. Y lo vamos a resolver, paso a paso. Tenemos un bebé que c
CAPÍTULO 31. De un enfrentamiento a una resoluciónMaggie estaba a punto de darse la vuelta. En serio lo pensó: salir de ahí, cruzar el pasillo como si no hubiera escuchado nada, como si no hubiera sentido ese vacío incómodo en el estómago. Pero entonces, la voz de Jackson la detuvo; firme, directa, casi brutal, y no precisamente con ella.—Brenda, si yo hubiera querido tener un hijo contigo, lo habría hecho en los diez años que estuvimos juntos —escupió y Maggie abrió los ojos porque había olvidado que ese condenado podía ser cruel cuando quería… o quizás implemente él nunca había dejado salir esa crueldad con ella por más rivales que fueran—. De hecho. ¿Sabes qué no entiendo? Cómo es que hace diez años no te embarazaste, si esa noche no usamos protección. Con lo desesperada que estaban con amarrarme, no sé cómo no se te ocurrió la idea.Maggie se quedó paralizada junto a la puerta. El aire de pronto pesaba, pero ella estaba más impactada que mosquito contra parabrisas.—¿Qué estás i
CAPÍTULO 32. De un juego adolescente a una cita peligrosaCinco días después, las cosas parecían haberse calmado bastante.Maggie estaba casi completamente recuperada y el único rastro que quedaba en su cuerpo de aquel envenenamiento con ácido Benzoico era un leve rubor en su piel.Aquella mañana en particular estaba en una de las salas de prueba de cirugía, batallando con el equipo como si el bisturí fuera un tenedor torcido y el monitor una máquina empeñada en burlarse de ella. El equipo robótico de cirugía era extremadamente delicado y ella sentía que tenía la torpeza de una osa embarazada.Respiraba hondo, pero los guantes sudados y el sonido intermitente del simulador no ayudaban en nada. Estaba frustrada, con ese tipo de frustración que empieza en los dedos, trepa por los brazos y se instala justo en el entrecejo.Ni siquiera se dio cuenta de que Jackson aparecía por su izquierda, sigiloso como siempre, con esa media sonrisa que le salía natural.—Estás muy tensa —le dijo, obser
CAPÍTULO 33. De unos resultados a un escándaloReggie llegó al hospital de Jackson con los papeles en la mano, caminando como si llevara dinamita a punto de explotar. La tensión era densa, y parecía que el sobre pesara el triple de lo normal.—¿Seguro que no quieres que vaya yo a recogerlos ahora mismo? —le había preguntado a Jackson por teléfono.—No, yo te los llevo a tu despacho mañana temprano —había insistido él, y su amigo no había hecho ni una sola acotación al respecto, simplemente le había dicho que a las nueve de la mañana era una muy buena hora para encontrarse.Cuando Reggie llegó, una secretaria le anunció de inmediato que ya lo estaban esperando. Ese plural, por supuesto, lo hizo sonreír, pero cuando empujó la puerta del despacho de Jackson con el codo y asomó la cabeza, se frenó de golpe al darse cuenta de que no lo estaba esperando precisamente quien él creía.—Margaret… —carraspeó mirando a Jackson, pero este parecía perfectamente cómodo—. Creí… creí que estarías solo
CAPÍTULO 34. De una amenaza a una noticia devastadoraJackson estaba de su parte, con ella, y de alguna manera los dos sabían solo podían contar el uno con el otro en medio de aquella catástrofe. Así que por más nerviosa que Maggie estuviera, eso no cambiaba el hecho de que debía mantenerse tranquila para cuidar de su bebé.Precisamente por eso al día siguiente, intentaba que su mañana transcurriera de la manera más normal posible, pero estaba claro que el universo tenía otros planes para ella. Iba caminando por los pasillos del hospital, más preocupada por cómo organizar su tiempo entre las consultas y los preparativos para el bebé que por cualquier otra cosa, cuando se encontró con la desagradable sorpresa que era su suegra esperándola.Pamela la miraba desde uno de los pasillos del hospital, con su elegancia forzada, y con una mirada que no auguraba nada bueno.—¡Margaret! —llamó Pamela alzando la voz de forma Maggie no pudo hacer como si no la hubiera visto.La muchacha frenó el p
CAPÍTULO 35. De la impotencia a una celebración incomprensibleMaggie sentía que el corazón se le iba a salir del pecho de tanto coraje, así que para nadie fue una sorpresa que se levantara de su asiento y se acercara al supervisor.—¿De dónde sacaron esa información? —preguntó sin poder contener la indignación.El hombre no contestó, no movió un solo músculo de su cara. Solo la miró con frialdad, como si lo que decía no tuviera ninguna relevancia.Maggie apretó los puños mientras el mundo parecía venírsele abajo. No era solo la beca lo que estaba perdiendo; era el respeto, la dignidad, todo lo que creía que tenía.—No voy a responder a eso —dijo finalmente el supervisor de forma despectiva—. Y no voy a responderlo porque no lo sé, pero el arzobispo debe haber recibido la información de fuentes cercanas.Con un nudo en la garganta, Maggie dio media vuelta y salió del despacho sin decir una palabra más. La tristeza la inundaba por completo, y la impotencia era como una marea que no dej
CAPÍTULO 36. De la fiesta a los reclamosLa casa nueva era moderna, con ventanales grandes, paredes claras y un jardín en la parte trasera que Jackson había insistido en decorar con faroles y guirnaldas de luces. Él mismo se había encargado de llamar a sus amigos del hospital, a sus viejos compañeros de universidad, a algunos vecinos que apenas conocía y, por supuesto, también a sus padres.Y por supuesto que para ellos la invitación había sido muy diferente, y Pamela Wyndham estaba como si fuera el día de su cumpleaños creyendo que iba a celebrar por fin la separación de su hijo de aquella mujer que, a su juicio, era tan poca cosa para él.Maggie ayudó en todo lo que pudo, aunque cada tanto su mente regresaba a la beca perdida. Pero ver a Jackson tan entusiasta, tan decidido a hacer que las cosas funcionaran, le devolvía parte del ánimo. Él no solo estaba a su lado: estaba peleando por ella.A la tarde siguiente, la casa se llenó de gente rápido. Risas, copas tintineando, música suav
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era