CAPÍTULO 33. De unos resultados a un escándaloReggie llegó al hospital de Jackson con los papeles en la mano, caminando como si llevara dinamita a punto de explotar. La tensión era densa, y parecía que el sobre pesara el triple de lo normal.—¿Seguro que no quieres que vaya yo a recogerlos ahora mismo? —le había preguntado a Jackson por teléfono.—No, yo te los llevo a tu despacho mañana temprano —había insistido él, y su amigo no había hecho ni una sola acotación al respecto, simplemente le había dicho que a las nueve de la mañana era una muy buena hora para encontrarse.Cuando Reggie llegó, una secretaria le anunció de inmediato que ya lo estaban esperando. Ese plural, por supuesto, lo hizo sonreír, pero cuando empujó la puerta del despacho de Jackson con el codo y asomó la cabeza, se frenó de golpe al darse cuenta de que no lo estaba esperando precisamente quien él creía.—Margaret… —carraspeó mirando a Jackson, pero este parecía perfectamente cómodo—. Creí… creí que estarías solo
CAPÍTULO 34. De una amenaza a una noticia devastadoraJackson estaba de su parte, con ella, y de alguna manera los dos sabían solo podían contar el uno con el otro en medio de aquella catástrofe. Así que por más nerviosa que Maggie estuviera, eso no cambiaba el hecho de que debía mantenerse tranquila para cuidar de su bebé.Precisamente por eso al día siguiente, intentaba que su mañana transcurriera de la manera más normal posible, pero estaba claro que el universo tenía otros planes para ella. Iba caminando por los pasillos del hospital, más preocupada por cómo organizar su tiempo entre las consultas y los preparativos para el bebé que por cualquier otra cosa, cuando se encontró con la desagradable sorpresa que era su suegra esperándola.Pamela la miraba desde uno de los pasillos del hospital, con su elegancia forzada, y con una mirada que no auguraba nada bueno.—¡Margaret! —llamó Pamela alzando la voz de forma Maggie no pudo hacer como si no la hubiera visto.La muchacha frenó el p
CAPÍTULO 35. De la impotencia a una celebración incomprensibleMaggie sentía que el corazón se le iba a salir del pecho de tanto coraje, así que para nadie fue una sorpresa que se levantara de su asiento y se acercara al supervisor.—¿De dónde sacaron esa información? —preguntó sin poder contener la indignación.El hombre no contestó, no movió un solo músculo de su cara. Solo la miró con frialdad, como si lo que decía no tuviera ninguna relevancia.Maggie apretó los puños mientras el mundo parecía venírsele abajo. No era solo la beca lo que estaba perdiendo; era el respeto, la dignidad, todo lo que creía que tenía.—No voy a responder a eso —dijo finalmente el supervisor de forma despectiva—. Y no voy a responderlo porque no lo sé, pero el arzobispo debe haber recibido la información de fuentes cercanas.Con un nudo en la garganta, Maggie dio media vuelta y salió del despacho sin decir una palabra más. La tristeza la inundaba por completo, y la impotencia era como una marea que no dej
CAPÍTULO 36. De la fiesta a los reclamosLa casa nueva era moderna, con ventanales grandes, paredes claras y un jardín en la parte trasera que Jackson había insistido en decorar con faroles y guirnaldas de luces. Él mismo se había encargado de llamar a sus amigos del hospital, a sus viejos compañeros de universidad, a algunos vecinos que apenas conocía y, por supuesto, también a sus padres.Y por supuesto que para ellos la invitación había sido muy diferente, y Pamela Wyndham estaba como si fuera el día de su cumpleaños creyendo que iba a celebrar por fin la separación de su hijo de aquella mujer que, a su juicio, era tan poca cosa para él.Maggie ayudó en todo lo que pudo, aunque cada tanto su mente regresaba a la beca perdida. Pero ver a Jackson tan entusiasta, tan decidido a hacer que las cosas funcionaran, le devolvía parte del ánimo. Él no solo estaba a su lado: estaba peleando por ella.A la tarde siguiente, la casa se llenó de gente rápido. Risas, copas tintineando, música suav
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era
CAPÍTULO 2. De la celebración al desastreOcho semanas antes.Jackson Wyndham no entendía por qué seguía asistiendo a aquellos eventos médicos… Bueno, sí lo sabía: Eran prestigiosos, había whisky gratis y siempre existía la posibilidad de robarle algún paciente importante a otro médico arrogante. Pero, sinceramente, ¿un evento médico en un resort de montaña con nieve hasta las rodillas?¿No había un mejor sitio para entregar la dichosa beca?—Quita esa cara, al final hay una buena posibilidad de que ganes, aunque sea contra ella —le dijo Reggie, su mejor amigo, señalando al otro lado del enorme salón recepción del hotel, y Jackson apretó los labios cuando la vio.Margaret Kingsley.Podía reconocerla entre cientos de mujeres, porque aquel cabello rojo infierno la distinguía en cualquier lugar, como un aviso de lo que era: una diabla, un demonio, un…—¡Jackson!—¡Maldición, no puedo perder contra ella otra vez! —masculló con impotencia y Reggie se encogió de hombros.—Oye, no eres el ún
CAPÍTULO 3. De la impotencia a un saco de dormirJackson Wyndham, cirujano brillante, orgulloso heredero de una fortuna de proporciones escandalosas y eterno ganador de debates académicos, estaba hincado en el suelo de una cabaña olvidada por Dios, revisando el abdomen de su mayor enemiga con manos frías.—No hay necesidad de que me quites la blus…—No tienes nada interesante que ver ahí —le gruñó Jackson examinándola—. Podrías tener una hemorragia interna y la adrenalina puede haberlo camuflado.—Oh, gracias por tu opinión, Doctor Milagro. Pero a menos que tengas los ojos de Rayos X de Superman, dudo que sepamos más hasta que nos rescaten.Maggie Kingsley tenía el don de sonar arrogante incluso cuando estaba pálida, con las cejas fruncidas por el dolor y envuelta en tres mantas que olían a ratón encerrado desde 1972. Estaba helada, herida y atrapada en medio de la nada con el hombre que más odiaba.—Creo que sería un buen momento para rezar —dijo Jackson con tono indiferente, y ella
CAPÍTULO 4. Del sueño a los recuerdosEl viento rugía afuera, la tormenta solo arreciaba, pero dentro de aquella cabaña ni siquiera el cansancio hacía que Jackson pudiera dormir. Contra su nariz tenía aquel cabello rojo que solo Dios sabía por qué seguía oliendo a lavanda. Tenía el cuerpo entumecido… o eso creía, porque definitivamente Maggie moviéndose contra él lo hizo abrir los ojos de inmediato.—¿Te quieres quedar quieta?—Tengo frío… —fue todo lo que la escuchó murmurar y le dio la vuelta para pegarla más a él.—A este paso nos vamos a morir de hipotermia así que… —murmuró y la vio abrir los ojos espantados mientras le abría la chaqueta y sus manos rozaban su piel caliente.—¡Ni se te ocurra, idiota, no voy a…!—¿Quieres sobrevivir? —le preguntó él y Maggie apretó los labios.Sí quería, los dos querían, pero eso no cambiaba que todo entre ellos era un maldito desastre. Maggie dejó escapar un jadeo ahogado cuando sintió la boca de Jackson sobre sus pechos y aquello fue más que su