Constanza
—Tienes que calmarte —me dice Cillian mientras Damon busca mi ropa en el armario.
Aunque me sienta tan angustiada, no puedo evitar pensar en cuánto me encanta que parte de mi ropa siga aquí y en el mismo orden de siempre. Eso quiere decir que no ha dejado de pensar en mí ni un solo instante.
—No te preocupes, esto no se quedará así —me asegura mi esposo al acercarse con la ropa—. Déjame vestirte, estás nerviosa.
—Tengo que irme —susurro, temblorosa—. Dios mío, no quiero ni pensar en lo que Gina está sintiendo. Quiero matar a ese hijo de puta que se atrevió a dañarla. Les juro que…
—Tú no vas a mover ni un dedo —me interrumpe Cillian—. Nosotros nos vamos a encargar.
—¿De verdad? —pregunto esperanzada, mirándolos a ambos con ilusión—. Necesito que lo arruinen, que se arrepienta toda su vida de lo que acaba de hacer. Ustedes no saben lo importante que es Gina para mí. Es mi hermana, mi familia.
—Lo sé, mi pequeña —asiente Damon—. Gina es parte de nuestra familia, la tía de n