Damon
Constanza duerme apaciblemente después de todo lo que hemos hecho el tío y yo para complacerla. Luce tan hermosa que mi lado egoísta todavía desea que fuera solo mía. Sin embargo, mi miedo a perderla es mucho más grande.
—También me habría gustado que me eligiera a mí, pero no podemos hacer nada —me susurra el tío—. Solo…
—Tenemos que hablar afuera —le digo, serio.
Aunque estuvimos de acuerdo en darle a Constanza todo lo que quería, debo aclarar los puntos para poder continuar con esta relación.
—¿Me vas a desechar? —pregunta Cillian, furioso, cuando salimos de la habitación—. ¿Después de…?
—No, nunca me atrevería a hacerle tanto daño a mi esposa —le digo, girándome hacia él—. Solo quiero que te quede claro que es mi esposa, así que nadie puede saber que estás…
—Es ella la que tiene que elegir —me responde fríamente—. Si quiere divorciarse para estar conmigo…
—No, nunca lo permitiré —lo interrumpo—. Constanza siempre será mi mujer, y no solo porque yo lo quiero, sino porque ella