Constanza
Cillian se marcha completamente consternado y sin decir ni una sola palabra tras mi confesión. Parte de mí quiere detenerlo, pero no lo hago; me meto a la ducha intentando borrarme su maldito y adictivo olor.
Llena de pánico, me reviso la entrepierna, temiendo ver sangre, pero por suerte no es así. Mi bebé está a salvo por ahora.
—Maldita sea, ese silencio no me gusta nada —mascullo con frustración mientras me enjuago el champú.
O ya se resignó a que seremos solo amantes, o tal vez planea algo terrible contra Damon.
—No, él no me puede hacer esto —murmuro—. Si quiere tenerme, no va a tocarlo nunca.
Niego con la cabeza, intentando apartar todos esos pensamientos terribles. Si sigo tan estresada, algo malo le puede pasar a mi bebé.
—Prometí cuidarte y lo haré —le susurro, acariciando mi vientre con ternura—. De alguna manera tenemos que convencerlo de que deje de fastidiar y que permita que nazcas bien, con tu padre.
—¿Constanza? ¿Amor? —me pregunta Damon entrando al baño.
Aunq