Constanza
Por más que quiero gritar y lanzarle maldiciones a esa infeliz —la hermana de Olive—, me muerdo los labios y dejo que todos actúen para que puedan llevarme al hospital.
—Vas a estar bien, mi vida —me promete Damon con la voz temblorosa que temo que empiece a llorar—. Lo siento tanto, pero ella me las va a pagar.
—Solo quiero que nuestro bebé esté bien —susurro con un hilo de voz—. Intenté esquivarlo lo mejor que pude, pero me arden los brazos.
—Sí, mi amor, lograste evitar que te quemara el vientre. No le pasará nada, ¿sí? Confía en mí.
—Ya mandé a que la encerraran en la habitación de invitados —nos dice Lucy al volver a la cocina—. Damon, hay que llevarla al hospital.
—Sí, en eso estábamos —responde él mientras me carga con cuidado—. Pero primero tenía que meterle los brazos en el agua. Gracias al cielo, no parece una quemadura profunda.
—Menos mal —suspira Lucy—. Hija, ¿estás bien?
—No —gimoteo—. Tengo miedo por el bebé. Esa mujer está loca, yo no le hice nada.
—Lo sabemos