Constanza
Aunque no quería dejarme llevar por el deseo, termino rindiéndome, completamente dominada por esas bajas pasiones que siempre me gobiernan cuando lo tengo cerca.
—Mi Constanza, mi dulce nena —me susurra al oído mientras se mueve dentro de mí.
Al final, hemos tenido que venir a la cama, donde su ropa desapareció como por arte de magia. Mi cuerpo arde de deseo, y me invade su aroma, su vigor, la fuerza con la que me sujeta.
Mis uñas se entierran en sus hombros y muevo con fuerza las caderas. Quiero sentirlo tan profundo que me lleve a la locura por quinta vez en esta noche.
—No te vayas, Constanza, vuelve conmigo —me ruega una vez más—. No vuelvas esta noche con él, te lo ruego.
—Cillian —gimoteo—. Ah, carajo.
Sus labios succionan suavemente mi cuello, cuidadosos de no dejar una marca visible que pueda despertar sospechas en mi prometido.
El quinto orgasmo me sacude con fuerza y echo la cabeza hacia atrás mientras grito las peores obscenidades que se me ocurren. Mi amante se m