Constanza
Desde que nos acostamos, Damon no ha dejado de acariciar mi vientre, como si un hijo nuestro ya estuviera formándose ahí.
Aunque no esté en mis planes tener un hijo ahora, me gusta cómo él se entusiasma con la idea. Es solo un adelanto de la hermosa vida que me esperaría si algún día llego a darle uno.
—¿Te imaginas, mi amor? —dice entusiasmado—. ¿Te imaginas que aquí adentro esté creciendo nuestro bebé?
—Puedo imaginarlo, pero eso es imposible ahora, mi amor —susurro, acariciando su cabeza—. Sabes que me pongo la inyección.
—Sí, sí, lo sé —suspira—. Pero imagina que por alguna razón no haya funcionado y ahora lo estés.
—Bueno, ya lo sabremos cuando me falte el periodo —me río—. De momento, no quiero adelantarme, mi amor.
—Perdón, pero no puedo dejarlo pasar —responde, atrayéndome hacia él—. Voy a empezar a cuidarte como si ya lo estuvieras.
—Mmm… ¿Y en qué consistirían esos cuidados? Digo, si se puede saber.
—Primero, me aseguraré de que comas muy saludable, pero también de