Constanza
Durante la cena, Cillian aparece para acompañarnos. Su semblante sigue sombrío, y aunque intenta disimularlo, puedo ver cómo los celos lo carcomen.
Olive, en cambio, apenas abre la boca y se marcha en cuanto tiene oportunidad, sin siquiera despedirse de nosotros.
—Lamento que Olive se haya molestado —dice Damon—. Solo quería pasar un rato con Constanza.
—Ella siempre te ha tenido en alta estima, Damon —responde Cillian—. No creo que mereciera que le negaras una hora de tu tiempo.
—No se lo negué, solo quería estar con Constanza. Ya te acompañé varias horas hoy.
—Lamento si nuestra actitud se malinterpretó —intervengo, deseando clavarle una daga en la yugular—. Estamos acostumbrados a pasar mucho tiempo juntos y a respetar nuestros acuerdos. No pensamos que eso ofendería tanto a Olive.
Cillian me observa en silencio y los ojos entrecerrados. Su cuerpo parece relajado, pero veo el temblor en sus manos, el movimiento de su garganta al tragar y la tensión que endurece su mandíbu