Luego de despedirnos de todos, Alessandro y yo nos quedamos un rato más en la casa hablando con Jorge quien estaba a cargo de supervisar la finalización del buffet. Se suponía que Alessandro me llevaría a casa, pero recibió un mensaje de John, un empleado en Londres, pidiendo una videollamada urgente.
- Cariño, ¿te importaría acompañarme a la oficina para hacer esta videollamada?
- De ninguna manera. Vamos, todavía es temprano, no es medianoche, todavía no me he convertido en calabaza. – Le sonreí.
- Eres Cenicienta, deberías convertirte en Cenicienta. – bromeó.
-No soy Cenicienta, soy el carruaje, fuerte y útil. – Bromeé con él y se rió de mí.
Llegamos a la oficina y Alessandro llamó a John y me lo presentó, quien nos felicitó por la boda. Después de resolver todo, Alessandro colgó. Me encontraba tumbado en el sofá con los pies en alto. Él se acercó a mí, se sentó y colocó mis pies en su regazo.
-Me duelen los pies. – Me quejé.
- Estás embarazada, necesitas bajar el ritmo. Y usa taco