“Alessandro”
Llegamos a Nueva York y tuvimos una primera reunión con los clientes. Nos explicaron sus necesidades y nos pidieron información. Programamos una partida de golf para la mañana siguiente. Rick debía contactar a Catarina y obtener toda la información que necesitábamos en ese momento.
Esa noche decidimos ir a un bar a divertirnos. Estábamos hablando cuando sentí una mano en el hombro y una voz sensual que hacía tiempo que no oía resonó en mi oído.
—Eres aún más hermosa.
Me giré sabiendo a quién iba a ver. Era hermosa, con el pelo negro cortado con un elegante Chanel, un cuerpo esbelto, alta y con unos pechos más prominentes de lo que recordaba; al parecer, se había puesto implantes de silicona.
—¡Liz! ¡Cuántos años! ¿Cómo estás? —dije, saludándola con un beso en la mejilla.
—Estoy bien, querida. Confieso que es una grata sorpresa encontrarte por aquí. ¿Qué te trae por Nueva York?
- Trabajo. ¿Y tú? ¿No estabas en Roma?
- Sí, pero ese pintor idiota ama a las mujeres y no puede