“Alessandro”
Junqueira me está cansando de verdad. Ahora ha decidido armar un berrinche por su forma de caminar, pero se va a quedar donde está. Ya no aguanto a este imbécil. La auditoría necesita ser más profunda y está analizando años de actividad empresarial con lupa. Alencar dijo que eso podría llevar un tiempo. Mientras tanto, tengo que aguantar a este idiota.
He estado encerrado en mi oficina todo el día por los clientes de Nueva York. El contrato va muy bien y están pensando en extenderlo con nosotros, pero para eso me pidieron mucha información que Rick y yo estamos organizando. Probablemente tenga que viajar, pero quizás una escapada no estaría mal.
—¿Vuelvo de viaje, después de un mes, y no me reciben con confeti y globos? ¿Qué clase de amigos son ustedes? —intervino Mari bromeando. – ¡Guau! ¡Qué bonita es esta oficina!
– ¡Mari! ¡Qué alegría que estés aquí! ¡Te extraño muchísimo! – Me levanté y fui a ver a esa mujer que era como una madre para mí.
– Ay, cariño, yo también te