Capítulo treinta y siete

Despierto sola en la cama con un dolor delicioso en las extremidades y… ¡uf, ese hombre es una delicia! Tierno, dulce. Este ha sido el mejor sexo de mi vida. En definitiva, Rogers es perfecto, es que hasta su pene es perfecto grande, vigoroso. Me levanto y voy al baño, no porque desee quitarme su olor, sino porque necesito vaciar mi vejiga y de paso poder caminar ya que me siento hinchada y aunque es delicioso, es algo incómodo. Ya duchada cubro mi piel con una loción que huele delicioso y además ha servido muchas veces de afrodisíaco para ciertas ocasiones en la que he necesitado alguna ayuda para motivar. Sonrío. Rogers no necesita de esas cosas, pero soy engreída y petulante así que… la loción va. No me visto, solo me envuelvo en un camisón blanco transparente de seda y encima mi bata azul cielo de la misma tela, con la diferencia de que no es transparente. Observo y lo escucho desde lo alto

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