Instintos
Instintos
Por: Cynthia
Capítulo 1

— Cariño, despierta.

La voz de mi madre me llama con dulzura, al tiempo que con suavidad empuja mi hombro.

— ¿Ya llegamos? —estiro los brazos por sobre mi cabeza. Dormir sentada realmente es incómodo, sobre todo en un espacio tan pequeño.

— Ya casi —responde, señalando el cartel que indica la entrada a la ciudad.

Welcome to Winston.

Otro maldito pueblo en medio de la nada. Al menos este está rodeado por un bosque bastante denso, a diferencia del anterior.

— Estoy segura de que te gustará aquí.

Mi madre, que mujer tan noble y dulce. Ella lo da todo por mí, sacrificó tanto… merece ser feliz. Por esa razón accedí a terminar mis dos últimos años de estudio en la estúpida Academy Winston. Sé que no necesito graduarme con honores ya que no pretendo ir a la universidad, pero quiero que al menos se sienta orgullosa.

— Sé que es difícil, pero nos esforzaremos —presiona mi mano con fuerza con su mano libre—. Esta vez funcionará.

— Y si no, siempre podemos m****r todo al diablo de nuevo.

— Nicole, por favor.

— Lilith, mamá. Mi nombre es Lilith.

No es suficiente con tener que dejar mi vida atrás, también debo cambiarme el nombre.

— Lo sé, mi vida, pero es más sencillo acostumbrarse de este modo.

— Nicole Black —me cruzo de brazos—. Mi IQ baja cada vez que lo digo en voz alta.

Es una p**a m****a tener que renegar del nombre que mi padre me ha dado. Me siento orgullosa de ser Lilith Crowes, pero ahora no tengo más opción.

—Maldito nombre de porquería —murmuro.

—Ya basta. No hay otra manera.

No digo más, estoy de malhumor y no es justo desquitarme con ella. Toda esta m****a es mi culpa.

En silencio me dedico a revisar mis mensajes. Ethan es mi mejor amigo y no sé qué haré sin él. Es la única persona en este podrido mundo que en verdad me entiende, por ello me aseguro de enviar un <<te quiero>> antes de relatar los detalles de mi travesía y prometer que lo llamaría más tarde.

Cuando por fin nos encontramos atravesando las calles de la ciudad me percato que es muy distinta al pueblo viejo y aburrido que imaginé. La mayoría de los transeúntes son jóvenes, estudiantes de seguro. 

—Llegamos — anuncia mamá, aparcando detrás de un viejo edificio.

Bajo del coche y la sigo cabizbaja, con las manos en los bolsillos traseros de mis jeans.

—Hogar, dulce hogar —dice, al tiempo que abre la puerta

Mi madre y su maldito positivismo.

—Vaya porquería —repliqué al ver a mi alrededor.

El lugar es un fiasco, huele a moho y polvo, está repleto de basura y hay ratas corriendo por dentro y fuera de las paredes. Logro escucharlas fuerte y claro como si se movieran junto a mis oídos.

—Nicole, deja de quejarte —me reprende con la mirada—. Vamos a comer algo y luego limpiaremos.

Después de bajar las maletas y tomar un sustancioso bocadillo, me dedico a limpiar el que será mi cuarto, mientras mamá se encarga de la cocina. El edificio está dividido en dos plantas. Nosotras viviremos en la parte de arriba, que cuenta con tres dormitorios, un baño, una cocina comedor y una especie de terraza con un gran ventanal que hace las veces de sala de estar. La planta baja es un desastre, al parecer era una clase de bar de poca monta, ahora será utilizada para instalar el café universitario que mi madre tanto desea, claro después de repararla.

—¿Y mis cosas? —grito desde donde estoy—. Mi cuarto está repleto de las mierdas de ese viejo. ¿Dónde están mis porquerías? 

—Nicole, cálmate. El camión llegará más tarde —ella entra por la puerta y me observa con el ceño fruncido—. Y ten más respeto por la memoria de tu abuelo.

No comprendo que es lo que tanto le molesta, ese viejo desgraciado la corrió de este lugar cuando apenas era una adolescente. Sí hubiera hecho eso conmigo, yo bailaría sobre su tumba. Pero ella no le guarda rencor, siempre dice que de no haberse ido no me habría tenido… Sí, claro, como si mi padre lo hubiese permitido.

Sonrío al imaginar com procedería mi padre. En verdad no lo conocí muy bien, tenía cinco años cuando lo arrancaron de nuestro lado; sin embargo, mi madre se ha encargado de contarme cada detalle correspondiente a Christopher Crowes, el hombre más extraordinario que ha pisado este asqueroso mundo.

Terminamos de ordenar un poco y decidimos salir por algo de cenar. Comida rápida es la mejor opción, no me gustan las hamburguesas, pero no hay de otra.

Caminamos muy pegadas, mamá entrelaza su brazo con el mío mientras va contando sus anécdotas, al parecer tiene una historia para cada edificio del pueblo.

Al llegar al lugar comienzo a ponerme nerviosa, está abarrotado de adelescentes reunidos en grupos y todos nos observan a medida que avanzamos hasta llegar al mostrador. Subo la capucha de mi sudadera para evitar las miradas curiosas, no me gusta ser el centro de atención.

—Una hamburguesa doble, papas fritas y un refresco —ordena mi madre.

La chica detrás del mostrador se me queda viendo como si fuera un bicho raro. ¿Qué debo decir de ella y su extraño cabello rosado?

—Papas fritas —murmuro, volteando el rostro.

—Nicole, no puedes comer sólo eso.

—Está bien —ruedo los ojos—, también quiero un refresco.

—Hija, tienes que alimentarte —mi madre me regaña—. Otra hamburguesa doble.

—Dije que sólo quiero papas.

Los murmullos comienzan a aumentar y escucho un niñita de mamá, lo cual desata una carcajada general. Algo dentro de mí comienza a desatarse, estoy consciente de lo que ocurrirá si no salgo de este lugar inmediatamente.

Mi madre sujeta mi brazo y me clava la mirada. Sé lo que esos ojos miel me están diciendo…

“Contrólate, Lilith. Contrólate”

No puedo obedecer, así que simplemente giro sobre mis pies, bajo la cabeza y me dirijo con prisa a la salida empujando a todo aquel que se interponga en mi camino.

Cuando voy a pasar por la puerta golpeo algo y de pronto estoy sentada en el suelo sobándome la parte baja de la espalda, debido a la contusión que me llevé. 

Levanto la mirada para encontrarme con un tipo corpulento, de piel morena y cabello largo con algunas trenzas, parece que rebasa mi edad sólo por un par de años. Pasa de mí, mientras otros tres lo siguen mirándome con desdén.

—¡Oye! ¡¿Qué m****a pasa contigo?! —grito, apretando los puños, no puedo soportar a esta clase de idiotas.

Si llega a responder es hombre muerto, y en verdad deseo que lo haga.

—Eres tú quien está en medio —responde con voz socarrona.

Me pongo de pie sin esfuerzo, dispuesta a saltar sobre el idiota y arrancarle la cabeza cuando alguien toca mi brazo con delicadeza.

—¿Estás bien? —una voz suave y tranquila hace que me voltee de inmediato, y termino encontrándome con unos ojos tan azules como el mar profundo.

Asiento sin poder desviar mis ojos, el tipo frente a mí es en verdad atractivo. Es alto y bastante grande, tiene la piel blanca, el cabello de un hermoso color negro azabache y una mirada que parece poder develar los secretos de mi alma. Instintivamente agacho la cabeza, no quiero que conozca a la bestia que vive dentro de mí.

—Robert ten más cuidado —dice, apartándose unos pasos.

“No, no, no. Quédate conmigo… no veas a nadie más sólo a mí”. Pienso y comienzo a temblar. “¿Qué me carajos sucede”

—Tranquila. No dejaré que te haga daño.

Al parecer confunde mis temblores nerviosos con miedo.

“Cariño, si supieras”. Sacudo la cabeza tratando de despejar mi mente “Espera ¿qué? ¿Por qué lo llamé así? No, a mí no me atrae ningún hombre. ¿Qué tiene este tipo que me hace pensar así? Necesito saberlo, tengo que…”

—Gracias —la voz de mi madre me trae a la realidad—. Seguro no fue nada.

Pongo un poco de resistencia cuando ella aferra mi mano y me arrastra fuera del lugar, está tirando de mí con fuerza para obligarme a caminar.

—¿Y la cena? —observo por sobre mi hombro solo para encontrarme al azabache parado en medio de la acera observándome como si quisiera seguirnos.

—Aquí la tengo —levanta una bolsa de papel con el nombre de la cadena—. Ahora camina.

Luego de varias calles me percato de lo que estaba sucediendo, todo aquel con el que nos cruzamos se ríe o emite algún comentario burlón al ver como mi madre me arrastra como si fuera una niña pequeña.

—¡Suéltame! —grito mientras me libero de su agarre en forma brusca— ¿Qué diablos ocurre contigo?

Ella me mira asustada. Pero a pesar que puedo perder el control con facilidad me hace frente.

—No quiero que te acerques a esos jóvenes.

—Te recuerdo que puedo cuidarme sola.

No puedo entender su comportamiento. Sabe muy bien que no busco tener amigos, no porque carezca de la capacidad para hacerlos, sino que simplemente no puedo ver a los demás como mis iguales, soy demasiado diferente y estoy consciente de ello. Pero eso no implica que ella decida por mí.

—Hija, ellos son peligrosos.

—¿Más que yo? ¿Tengo que mencionar el motivo por el cual nos mudamos? —ahora si estoy furiosa—. Soy un puto monstruo sin corazón.

Mi madre se cubre la boca con una mano para evitar que un sollozo se escape de sus labios, a la vez que las lágrimas caen sobre sus mejillas. Sólo así me percato de cuanto le duelen mis palabras y no sé qué hacer.

—Tengo… Tengo que pensar —suelto, y simplemente salgo corriendo sin una dirección específica, no soporto verla en ese estado. 

Puedo escuchar sus gritos llamándome, pero no voy a voltear ni detenerme. No quiero, no puedo. Soy la causante de todo lo malo en su vida. Si no fuera por mí, mi padre seguiría a su lado; si no fuera por mí, ella podría tener una vida normal; si no fuera por mí, todos estarían vivos. Me odio, odio ser esta clase de ser.

—¿Por qué me dejaste vivir? —grito al cielo, deteniéndome y cayendo de rodillas sobre el húmedo césped. No estoy cansada, pero mis fuerzas fallan y no quiero continuar.

Me cubro los ojos con los puños y dejo que el llanto gane.

Podría suicidarme y terminar con todo; incluso lo intenté una vez, pero me detuve a mitad de camino cuando recordé que dejaría que mamá lidiara sola con toda mi m****a. Además, el sacrificio que todos hicieron por mí no valdría la pena; no, debo cargar con mi m*****a vida por ellos, por mi padre.

De pronto me percato de que estoy en medio del bosque, en un oscuro y desconocido bosque. Mas, no tengo temor alguno porque sé que soy lo más peligroso en este lugar. Afino mis sentidos para dar un reconocimiento rápido y así determinar mi ubicación; el viento sopla meciendo las ramas y me acerca el aroma a petricor que tanto me gusta, también puedo escuchar los movimientos de los animales nocturnos cercanos y el lejano rumor de la ciudad.

—Ese es el camino de regreso —pienso en voz alta, observando un sendero apenas marcado por la claridad de la luna que se cuela en tenues rayos a través del espeso follaje.

Cuando al fin me siento lo suficientemente calmada decido comenzar a caminar, pero al escuchar el crujir de suaves pasos acercándose y me detengo a observar a mi alrededor. 

—Maldita sea —debería correr, no obstante, resuelvo esperar impaciente por enfrentarme a lo que sea me permita descargar mi ira. 

El sonido de pisadas cada vez más cercanas hacen que mi instinto de supervivencia despierte con todas sus fuerzas. Me pongo en postura defensiva y observo a mi alrededor lista para el combate. No me interesa qué o quién sea mi oponente, lo destrozaré apenas intente atacarme.

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