Eso era lo que Phoenix ansiaba con todas sus fuerzas. Su pene lo pedía, la entrada de Jade lo pedía, sus malditos pezones lo pedían.
—Es pronto —dijo Phoenix—. Quiero que te empapes por mí.
—No lo soporto —chilló ella con lágrimas corriendo por los costados de sus ojos de tanto contener el orgasmo—. No puedo soportarlo. Por favor, señor. Haré lo que quieras.
Phoenix movió la mano más rápido sobre su pene y apretó los dientes a medida que más líquido brotaba de su glande.
—Quiero que cierres la puta boca y disfrutes al máximo —dijo.
Jade descansó cuando Phoenix le sacó el vibrador y pasó los dedos por su humedad. El vibrador tenía un leve rastro de sangre, pero a Phoenix le importó poco, cambiando el antiguo por uno que tenía dos cabezas y era del color de la pasión que los envolvía.
—¿Alguien tomó tu culo? —preguntó Phoenix.
Jade se asustó ante la pregunta.
—No —susurró temblorosa.
Phoenix usó lubricante en el consolador y tiró de la cinta que sostenía a Jade para que sus piernas se