La oscuridad del jet privado de Hywell se disipó con la primera luz del amanecer sobre el vasto horizonte. Horas antes, el avión había despegado de un aeropuerto privado en las afueras de Los Ángeles, llevándolos lejos de la intrincada red de sus vidas cotidianas, de las preocupaciones de Morgan y de las cartas sin respuesta de Liam. Jade había acunado su cabeza en el hombro de Hywell durante gran parte del vuelo, encontrando un inesperado consuelo en la cercanía de su cuerpo y la seguridad de sus brazos.
La promesa que él le había hecho, "Nunca más te dejaré ir", resonaba en su mente como una melodía.
Al descender a través de las nubes, la vista que se extendió bajo ellos cortó la respiración de Jade. La inmensidad de Tokio, Japón, era sobrecogedora. Una metrópolis tentacular se extendía hasta donde el ojo podía ver, un laberinto brillante de rascacielos que parecían tocar el cielo, intercalados con parques verdes que parecían pequeños oasis. Las luces parpadeantes de la ciudad, incl