Máximo
Moría por verla, esa era la verdad, me emocionaba estar de pie frente a ella con cualquier excusa, saber cómo le había caído la decisión de su hermana, era una excusa perfecta, pero me dejó mal cuerpo verla así; se veía muy fea, estaba horrible, ojerosa y pálida, con moretones en la piel, más delgada de lo que la recordaba, tenía salpullidos en la piel, caminaba y respiraba con dificultad.
—¿Qué tienes?
—Gripe —respondió.
—Tú eres la enfermera, pero te ves muy mal Irene.
—Gracias, que lindo —susurró.
—Es en serio.
La tomé por los hombros y la hice mirarse de frente a un espejo en la sala de su casa, se espantó ante su propio reflejo, negó llevándose la mano a la boca.
—Ya se me está pasando la fiebre —dijo.
—¿Qué otros síntomas tienes?
—Nauseas, vómitos, dolor de estómago intenso, dolor de cuerpo.
—¿Has ido al médico?
Negó.
—Irene, ¿Yo debo decirte a ti que cuando uno se siente mal debe ir al médico?
—No tengo dinero —lloró cubriéndose el rostro.
La abracé a mí, lloró en mi pe