87. El límite
Roxana
—¡Te equivocas! La eché y no se marchó. Tuve que dormir en mi puto sofá porque se metió en mi cama.
—Mientes —siseé dando un paso hacia él.
Mateo se rió y me dio la espalda para elevar los brazos como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo. Al voltear de nuevo, sus ojos tenían un brillo desesperado.
—No entiendes, Roxana. Yo no quería nada de esto. Te aseguro que amo a Lucía, quiero casarme con ella —su voz se quebró ligeramente—. Pero no tienes idea del pequeño demonio provocador que es tu herm...
Mi mano se estrelló contra su mejilla antes de que terminara la frase.
***
Y ahora estaba con un dolor punzante en la mano, mientras Claudia y yo dejábamos detrás a los periodistas aún apostados en la entrada de los Di Marco.
—¿Segura que no quieres que te lleve a un médico? —preguntó Claudia, lanzando una mirada hacia mí—. Ese golpe sonó fuerte.
—Estoy bien —mentí, flexionando los dedos, pero ambas reímos nerviosas.
—En todos estos años trabajando juntas, nunca te vi así. ¿Qu