51. Entre Amenazas
Roxana
El teléfono temblaba entre mis manos aún después de que Alessandro terminara la llamada. Ese: «Debemos hablar» no fue una invitación, sino una orden. Y el tono que había usado me hizo cerrar los ojos y apoyar la espalda contra la puerta del baño.
No era posible que por la discusión que habíamos tenido esta noche intentara perjudicarme. No lo creía capaz.
—Roxana, ¿estás bien? —La voz de Valentino al otro lado de la puerta me sobresaltó.
—Sí, ya salgo —logré articular, aunque mi voz sonó ronca.
Me miré al espejo y a pesar de mi repentina palidez, me eché agua fría en las muñecas; un truco que la misma Giulia Di Marco me enseñó años atrás para calmar los nervios que me provocaba la prensa, pero mis manos seguían temblando.
Respira, Roxana. Respira.
Abrí la puerta y encontré a Valentino recostado contra el cabecero de la cama, mirándome como si me estuviera estudiando.
—¿Era del hospital? —preguntó con cierto recelo.
—No, del trabajo. —No era del todo mentira, y fui despacio ha