Ambos jóvenes se retiraron recibiendo los aplausos de sus empleados, aunque sabían que eso no significaba nada, si querían el respeto del clan, debían demostrar que estaban a la altura, o atenerse a que los quieran destronar como había sucedido con Lukyan.
— Entonces tu hermanita es una lunática. — murmuro aun sonriendo Vladimir y Lev dejo salir un bufido.
— Lucya es más que una lunática, es un monstruo, pobre de Dima si lo convence de ser su novio. — la sonrisa en el rostro de Vladimir se esfumo, al tiempo que apretaba el volante, algo de lo que Lev se dio cuenta. — ¿Qué sucede? ¿piensas que mi hermana es poca cosa para tu hermano? — eran amigos de toda la vida, se habían criado juntos, y solo hacía unos minutos se habían jurado lealtad, pero Lev daría la vida y el alma por su pequeña hermana. — ¿O es que tú también eres de los que nos ven diferentes por ser morenos? — para los Oslo, el hecho de que muchos los miraran sobre el hombro no era problema, si bien eran rusos porque nacieron en ese país, el color de su piel dejaba claro que las raíces de la familia no eran rusas.
— ¿Qué m****a dices Lev? ¿acaso quedaste traumado por ver a los cerdos comer? Te pago la terapia si ese es el caso.
— No me quieras ver la cara de idiota, te conozco Órga. — el rubio detuvo el automóvil, pues ya estaban fuera de la mansión, quito el cinturón de seguridad y giro para ver al moreno a la cara.
— No es por tu hermana, es por mi hermano… ya no veo el futuro Lev. — susurro aquel secreto, por primera vez, y solo porque estaba con quien sería desde ese día su incondicional, debía confiar en que Lev jamás diría nada.
— ¿Qué?
— Lo que dije, mientras Dima crece, mi don se va debilitando, hace más de un año que no tengo ninguna visión, y él sí.
— Eso no importa, quizás es solo provisorio, ya sabes una etapa…
— No lo sé, este poder que tiene mi familia solo apareció un día, y temo que, así como no manejamos lo que vemos, tampoco podemos manejar a quien se le concede, nunca hubo dos Neizan que pudieran ver el futuro, solo sé que Dima puede y yo no y si él consigue esposa antes que yo…
— Alto. — Lev conocía a su amigo, quizás más de lo que conocía a su hermana. — Eres el jefe, tu impones las leyes, tu abuelo ya cambio una. — Vladimir puso los ojos en blanco, pues la ley que Neri había cambiado era que no se obligara a la pareja del jefe del clan a suicidarse cuando este muriera, así lo había decretado para proteger a su bella Zafiro, pero resulto ser inútil, y no porque el clan no cediera ante su orden, sino que fue Zafiro quien murió primero y Neri termino suicidándose, todo para seguir a su reina fría al más allá. — No importa si él se mató Vladimir, lo hizo porque quiso, lo que me refiero es que tú puedes cambiar la ley, es absurdo que el primero que se case o que tenga un hijo sea el nuevo líder, tú puedes cambiar la ley, tú eres el líder.
— Espero que sea así… porque no quiero enfrentarme con Dima… no quiero matar a mi hermano.
Desde ese día Vladimir cambio, el joven tranquilo y correcto se fue desvaneciendo día a día, tan rápido como el agua es absorbida por la ardiente tierra del desierto, cambio sus trajes de diseñador, por ropa deportiva, solo se lo veía con trajes cuando la situación así lo requería, su cuerpo fue ganando masa muscular, y no solo por hacer ejercicio, pues el joven retaba a una lucha cuerpo a cuerpo a cualquiera que pusiera en tela de juicio sus órdenes, algunos vivían para contarlo, otros… alimentaban a los cerdos.
— Órga, ¡Órga! — detuvo sus pasos a mitad de camino, la cabeza le dolía, y se tomó un segundo para pensar en que quizás debería de dejar de beber tanto, pero rápidamente descarto aquello, cuando la cabellera negra de su hermano fue visible, Dima era la causa de sus excesos, cada día veía a su hermano con cariño, pero también como un posible contrincante a futuro.
— Deja de gritar Dima, me duele la cabeza. — se quejó mientras despeinaba al pequeño.
— Órga…Lucya, Lucya está en peligro. — el rubio levanto una ceja, mientras rebuscaba en su mente quien era Lucya, hasta que recordó a la hermana de Lev, una pequeña que a veces veía junto a su hermano en el jardín.
— ¿Qué sucedió? — indago mientras tomaba su móvil para llamar a Lev.
— Aun nada. — el rubio se congelo, no podía creer que su hermano siguiera con las visiones y él no.
— ¿A qué te refieres?
— Lo vi, ella está en peligro, se la llevaran, un hombre…
— No es así. — lo interrumpió viéndolo como veía a sus enemigos. — No todo lo que sueñas es real o son premoniciones, creí que papá te lo había dicho. – el pequeño apretó sus labios y bajo su mirada. — ¿Qué? Vamos dilo. — Vladimir lo conocía, y como no, si era su pequeño hermano, ese que ayudo a cuidar, y que protegería siempre, o eso le gustaba pensar al rubio.
— No le he dicho a nuestros padres que tengo visiones. — susurro viendo al piso.
— ¿Qué?
— Ellos no lo saben, soñé… soñé que si alguien sabía que tengo visiones… alguien querrá hacerte daño para que yo tome tu lugar. — era su hermano mayor, quien siempre lo cuido, entonces, debía confiar en él… o quizás no.
— Lo sabía, también lo vi, y ¿sabes que más vi? — el pequeño Večer negó con la cabeza, conocía a su hermano, menos cuando mentía y es que hasta ese día nunca le había mentido.
— Que solo a mi debes decirme que es lo que vez, porque solo yo sé que es real y que es un sueño, ¿lo comprendes Dima? — era caer bajo, tan bajo como se encontraba el mismo infierno, pero luego pensó que era mejor mentirle a su hermanito, a tener que matarlo en un futuro.
— Lo comprendo, entonces lo de Lucya fue un sueño, gracias, hermano.
Lo vio salir dando saltitos, como un niño de ocho años lo haría, y fue cuando se trató de convencer una vez más que era mejor así, que su hermano siguiera disfrutando la vida como un niño normal, mientras él disfrutaba del poder, la violencia, y se coronaba como el mejor mafioso de rusia.