Llegamos al hospital y llevaron a Ariel para hacerle las pruebas. Mientras esperábamos, fui a atender la llamada del cliente que había dejado en el bar. Le expliqué todo, terminé la llamada y cogí un poco de agua para Ariel.
Cuando volví al pasillo donde ella esperaba los resultados, me di cuenta de que el doctor Gael, el mismo que la había atendido antes y la había llevado a casa, estaba allí hablando con ella.
Sabía perfectamente que a ese médico le había gustado Ariel desde el principio, aunque ella no se diera cuenta.
Observé cómo interactuaban durante unos segundos. Ambos se giraron al verme acercarme.
—¿Ya han salido los resultados? —pregunté a Ariel.
—Aún no —respondió ella, aceptando el vaso de agua que le di.
El doctor Gael me reconoció y me saludó con un gesto. Yo le devolví el saludo de forma contenida. Luego se volvió hacia Ariel con una sonrisa y, antes de irse, dijo:
—Espero volver a verla, pero no en el hospital.
La osadía de decir algo así delante de mí me encendió por