Él se acercó más y me envolvió en un beso más largo, lleno de promesas silenciosas.
Cuando el móvil vibró en mi bolsillo, interrumpiendo el momento, miré la pantalla y vi el nombre de Alex.
Christian me miró angustiado.
— Suerte —murmuró, su voz cargada de preocupación y apoyo.
— Gracias —susurré antes de salir de la sala para atender la llamada.
— Hola, Alex —dije, intentando sonar tranquila, aunque mi corazón iba disparado.
— Ariel, estoy aquí en la entrada —respondió él—. ¿Estás lista?
— Sí, ya estoy bajando —contesté mientras caminaba hacia el ascensor. Miré atrás una última vez y vi a Christian observándome, con una expresión entre apoyo y aprensión.
Respiré hondo y entré en el ascensor, consciente de que la noche sería difícil, pero decidida a ser honesta con Alex. Era lo mínimo que él merecía.
Cuando llegué a la entrada de la empresa, vi a Alex esperándome en el coche, con una sonrisa cálida en el rostro.
Se inclinó para abrirme la puerta del copiloto, y entré, sintiéndome algo