Christian
— ¡Ariel! — grité, intentando incorporarme, pero mi cuerpo simplemente no respondía. Cada músculo parecía pesar una tonelada, y el dolor latía como fuego por dentro.
Vi cuando ella se desplomó a mi lado, completamente inmóvil.
— Ariel, ¡no! ¡Eh, háblame! — intenté arrastrarme hacia ella, pero mis fuerzas se escapaban junto con el aire que intentaba coger.
El desespero me engulló por completo. Era como si alguien me hubiese quitado el suelo de debajo de los pies.
— Joder, Ariel, abre los ojos, por favor… no me hagas esto.
Ella no se movía. Su silencio dolía más que cualquier herida. Sentí un nudo apretando mi garganta y un sabor amargo subir.
El equipo de rescate apareció corriendo, gritando instrucciones unos a otros.
— ¡Aquí! ¡Tenemos a una mujer inconsciente! — escuché que uno de ellos decía.
Uno de los paramédicos se arrodilló a su lado, comprobando el pulso.
— ¡Está viva! ¡Los signos son débiles, pero está viva!
Respiré hondo, pero el alivio duró poco. Cuando la levantar