Capítulo 7

Julieta era parte de la empresa de su familia, aquel negocio era sobre flores y exportaban una gran cantidad de rosas durante todos los meses en donde su especialidad se centraba en las rosas amarillas.

A consecuencia de dicho trabajo ha vivido y crecido en una brillante cuna de oro al igual que su hermana. No me malinterpreten, que esto no es con un fin de criticar o reflexionar sobre la sociedad y los privilegios, porque yo provengo de esa misma realidad y no me correspondería hacer ese juicio de valor. La diferencia de mi legado con el de ellas es que el mío no es las rosas amarillas si no que me dejan a mi merced el mundo de la medicina (la cual dejé), por lo cual, entiendo en qué tipo de mundo se desenvuelven. 

A lo que quiero llegar con todo esto es que esa cuna de oro la representaba muy bien a Julieta y sabía sacarle provecho. Por donde se le mire irradiaba elegancia de esa con la que se nace y un vocabulario admirable con el que se aprende. A pesar de que le dije que se vistiera cómoda, su ropa no dejaba de decir "mira esta calidad, es de diseñador".

Fui a buscar a Julieta en un auto que había rentado por el día y ella me estaba esperando puntual en la plaza que visitamos ayer como acordamos.

—¡Hola Jacob! Hice una lista sobr-

La callé.

—Ya te dije que yo te llevaría a un lugar. No tienes que planear nada —dije sin apartar la vista del camino.

La verdad no me sorprendía que ella hubiera venido un poco preparada para la salida. Se notaba que era de esas personas que les gustaba llevar el control de la situación. No me molestaba, pero me causaba satisfacción ver que no tenía idea de los planes.

—Te daré una pista si eso hace que te relajes un poco —dije en modo burlón.

—¡Si! Por favor —dijo entusiasmada.

Al menos eso podría lograr romper un poco la tensión en el aire. Pensé que los temas de conversación saldrían de manera natural porque Julieta siempre tenía algo que decir para demostrar lo mucho que sabia, sin embargo, una vez más caía en la mala costumbre de comparar mis encuentros con ambas gemelas, porque claramente no eran iguales y a veces yo esperaba que si lo fueran. 

—Iremos a un lugar relacionado con las plantas —confesé.

—¡Wao! No me lo esperaba, aunque no se me ocurre que podría ser.

—Como tu familia tiene una empresa de flores se me ocurrió dinámico que vieras otras plantas aparte de las rosas —dije en tono burlón.

Seguimos hablando de otros temas banales hasta que llegamos a nuestro destino. Un gigante invernadero.

Era espacioso y muy precioso porque tenía ventanales de vidrio gigantes, la luz del sol hacía que se reflejaran pequeños arcoíris por todas partes y nos encontrábamos con distintas variedades de plantas y hierbas medicinales. Al entrar olía como a la manzanilla e incienso.

—¡Esto es maravilloso! Me siento muy relajada aquí —expresó Julieta.

Tomamos una manta de picnic que daban en el recinto como parte de la experiencia y nos sentamos mientras tomábamos un té de menta con jengibre junto con unas galletas de limón y naranja.

Una vez que todas las personas presentes se hubieran acomodado en su manta de picnic la persona dueña del invernadero comenzó a relatar los beneficios de ciertas hierbas que cultivaban en el lugar.

Como la "valeriana" diciendo que es adecuada para aquellas personas que sufren de ansiedad, nerviosismo o depresión, y puede conseguirse fácilmente en tiendas de productos naturales o plantarse en casa, por otro lado, mencionó el "ginseng" que es un ingrediente común en las bebidas energizantes, ya que es una de las plantas más indicadas para combatir el cansancio y mantener a las personas activas. Más adelante también mencionó otra que era más conocida como el "áloe vera" diciendo que ayuda a aliviar las quemaduras y los problemas de piel, motivo por el que es utilizada en diversos tratamientos estéticos, sin embargo, hubo uno que me sorprendió bastante y fue ahí cuando mencionó el "diente de león" ya que yo pensaba que solo era una planta bonita que crece en el jardín y eso es todo, pero resulta que ayuda a depurar, mejorar el tránsito intestinal y favorece a las personas con problemas de colesterol.

—Tú eres como un diente de león —dijo Julieta.

—¿Cómo? —contesté.

—Al principio la gente cree que solo eres una decoración más de tu familia. Pero una vez te conocen de fondo se dan cuenta que eres mucho más que eso teniendo potencial de ser un gran pilar en la vida de los demás -expresó Julieta.

—En ese caso tú también...

—¿Yo también?

—Tú también eres un diente de león. La gente cree que eres un rostro bonito que dirige la empresa familiar, pero en realidad eres más que eso. Soportando el peso de tu familia.

—¿Crees que soy un rostro bonito? —preguntó Julieta.

—¿Crees que puedo ser un pilar importante en la vida de los demás? —contra pregunté.

—Juliett me lo dijo y yo creo que es verdad. No sé cómo, pero haces que nos olvidemos un poco de nuestra responsabilidad. Eso es bueno para nuestra salud mental ¿No te parece? —sonrió.

Al mencionar a Juliett me sonrojé sin poder evitarlo. Esperaba que hubiera pasado desapercibido porque no quería que Julieta me hiciera preguntas. Para mí, estos sentimientos sobre Juliett solo podía manifestarlos en papel y tinta con mi trabajo y por ahora se quedarían ahí.

—No sabía que podía contribuir tan positivamente a sus vidas considerando lo poco que nos hemos visto —confesé.

—Creo que tiene que ver más con tu personalidad. Además, tú también vienes de una familia que te exige demasiado quizás por eso sabemos que tú lo puedes entender.

—No lo había visto de esa manera —la miré.

La charla de las plantas pronto acabó y nos comenzaron a dar un tour por todo el invernadero. Incluso Julieta compró un libro de hierbas medicinales como recuerdo. Yo por otro lado me compré una maceta con un diente de león en él. No sé cuánto me durará con vida, pero me recordaba a lo que Julieta había dicho sobre mí.

—¿Tienes hambre? —me interrumpió Julietta de mis pensamientos.

—Uy si, que ganas de comer una buena comida grasosa —reí.

—¡Hugh! No, ¿ver todas estas plantas no te dieron ganas de comer algo más gourmet? —me miró.

Y luego recordé que Juliett mencionó que Julieta era más de lugares caros.

—Dejaste que te trajera a un lugar desconocido apartado completamente de la ciudad. Supongo que es justo que te dejé escoger el lugar para comer —le dije a Julieta.

—¡Fantástico! Te llevare a mi restaurante francés favorito —dijo con entusiasmo.

Tenía muchas ganas de comerme unas papas fritas en el McDonald's, pero respetaba la decisión de Julieta. Quizás vaya otro día por esas papas y quizás pueda encontrarme con Juliett una vez más.

Solo quizás.

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