137. MÍA.
MUCHOS AÑOS ATRÁS.
— ¿Quieres? — preguntó Sebastián.
— Sí, gracias — la rubia le dio un beso en la mejilla y tomó el helado entre sus manos.
El día era soleado, estaban al borde del lago, solos, sentados y mirando el agua cristalina, pero sabían que estaba fría.
— ¿Me quieres?
— No — respondió el niño riendo.
— Yo sé que me quieres.
— ¿Cómo lo sabes?
La niña levantó los hombros como si la respuesta no importará, pero es que la respuesta no importaba.
Cerró los ojos y dejo que el sol la abrazara.
— Tengo miedo — volvió a hablar.
— ¿De qué?
— De no verte nunca más, de olvidar tu rostro, de no recordarte.
— Si eso pasa, es porque no me quieres tanto como dices que me quieres — Sebastián respondió con la lógica de un adulto, aunque no dejaba de ser un niño.
— Te conozco hace dos veranos y durante el otoño, el invierno y la primavera obligo a mi cabeza a que te recuerde, pero cuando llega la hora de volver aquí, tu rostro es como una imagen bajo el agua, borrosa — era la primera vez que