En ese momento Gerónimo continuaba hablando con Darío, frunció el ceño al reflexionar sobre las palabras de su amigo. Reconocía que tenía razón, pero sus autos eran especiales, con todo lo que podían necesitar si los atacaban. Eran fuertes y poderosos, pero todas las mujeres en Roma lo conocían.
—Tienes razón. Llamaré a Filipo para que me consiga uno nuevo y de otro color, algo discreto. Aunque no me encanta la idea… —murmuró con cierta vacilación, pero luego recordó la mirada dolida de Cristal y su reciente discusión. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro mientras tomaba aire—. Por ella, lo haré.Darío asintió al otro lado de la línea, satisfecho de que su consejo fuera tomado en serio.—Cuídate, Gerónimo. Si no necesitas estar en la calle, quédate en casa al menos esta sema