La mirada temerosa y la palpable incomodidad de Cristal avivaban aún más la frustración de Gerónimo. Sentía el impulso constante de llevársela lejos, de protegerla del escrutinio, pero respiraba hondo para no perder la paciencia.
—¿Se van? —preguntó Rosa, intentando sonar más amable. Había escuchado claramente la molestia en la voz de su hijo y comenzaba a entender que su actitud no estaba ayudando.—Mamá, estamos de luna de miel. Una luna de miel que ustedes interrumpieron —replicó Gerónimo, visiblemente molesto, sin molestarse ya en ocultar sus emociones—. Por favor, sírvenos algo. No hemos comido nada en todo el día, solo café.El reclamo cayó con peso sobre la sala. Rosa intercambió una mirada con Giovanni, quien fruncía el ceño sin saber si debía seguir empujando la conversació