Contuve la respiración, pero el pulso en mis orejas se hacía cada vez más fuerte. Lo que acababa de escuchar no tenía sentido; ¿yo tengo una esposa? ¿Qué clase de vida llevaba antes de que mi memoria se esfumara?  

—No, jefe —respondió el guardia con evidente incomodidad—. Hemos buscado por todo el bosque, pero nada. También ya sabe, lo andan buscando su familia con los drones. A lo mejor ellos ya la encontraron.  

Giré mi rostro apenas, lo suficiente para observar la figura del "jefe" a través de una pequeña rendija de luz que se filtraba por la puerta entreabierta. Alto, imponente, con un porte que hablaba de poder y conocimiento, y una cicatriz profunda surcando su ceja izquierda.  

—¡Maldición! —exclamó frustrado—. Si la hubiéramos cogido, podríamos obligarlo a todo. Esa chica no es cualquier mujer