La madre de Coral, al escucharla, tomó la jarra de sus manos mientras le aseguraba que lo encontraría. Era joven y bella, tenía una vida por delante y estaba segura de que lo encontraría.
—Y cuando lo hagas, atrápalo y no lo sueltes; no importa quién sea —le pidió con vehemencia y agregó—. Yo te ayudaré a ser feliz, Coral; nunca más permitiré que tu padre te imponga algo, hija.
—No importa, mamá; ya eso es pasado —trató de restarle importancia al hecho de que su padre la había enviado a Alemania a una escuela militar.
—¡Sí importa, hija! —exclamó su madre, que había sido engañada en ese sentido y estaba furiosa—. Mira que mandarte a una escuela militar. Si yo me llego a enterar antes, se lo habría prohibido. Te habría sacado de allí. Solo ahora me entero. &ie